Fechas que hacen historia
Celebrar el 31º Aniversario de la Beatificación de Francisco Palau Quer, para la familia Palautiana, significa rememorar el gozoso acontecimiento eclesial, acaecido el 24 de abril de 1988, domingo del Buen Pastor, bajo una intensa lluvia, en la plaza del vaticano la familia palautiana celebraba con júbilo el reconocimiento de la santidad del P. Francisco Palau y Quer, nuestro fundador. El Papa Juan Pablo II recordaba en aquella memorable fecha que los nuevos beatos habían experimentado en sí mismos, de modo particularmente profundo, el amor del Padre ofrecido a cada uno de ellos en Cristo Jesús y que éstos habían respondido a ese amor con la entrega total de su vida, dando frutos de santidad, cuyo testimonio siempre es para la iglesia, una alegría verdaderamente pascual.
Hacer memoria de este acontecimiento, evocando la personalidad profundamente eclesial y misionera del P. Palau, es para todas nosotras, Carmelitas Misioneras Teresianas y Misioneros Laicos Palautiano (MILPA), motivo de profunda alegría y de acción de gracias al Señor, que tiene que desembocar en exigencia por ahondar en la experiencia de ese amor que sale a nuestro encuentro, que transforma nuestra vida y la convierte en testimonio gozoso de Aquel en Quien creemos, de Quien nos fiamos y a Quien hemos hecho ofrenda de nuestra existencia con una entrega incondicional y sin reservas a Su iglesia, hasta el punto de poder decir con toda verdad como el P. Palau:
“Nuestra misión se reduce a anunciar a los pueblos que tu, Iglesia, eres infinitamente bella y amable y a predicarles que te amen. Amor a Dios, amor al prójimo, este es el objeto de nuestra misión.”
Que este nuevo aniversario suscite en nosotros un renovado estímulo de interiorización, y vivencia del legado espiritual de nuestro Fundador, traducido en compromiso orante, actuante y dinámico en favor de nuestros hermanos, mediante nuestro servicio apostólico.
Al considerarnos herederos de un carisma profundamente eclesial, nos sentimos urgidos a vivir en constante expectación y anhelo de infinitud, para transmitir auténticas semillas de fe y esperanza, capaces de lograr que nuestro mundo crezca en mayor compromiso de amor y servicio a la Iglesia. Que como el P. Palau nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor Resucitado que nos impulsa a caminar, en comunión con todos nuestros hermanos y hermanas, irradiando el gozo de creer, alentando la esperanza y haciendo presente la misericordia de Dios en el servicio delicado y fraterno a los más desfavorecidos de nuestro mundo, los miembros sufrientes de Su Cuerpo. Así daremos sentido a la memoria que celebramos y el carisma que hemos recibido, como don y compromiso, seguirá vivo en nuestra historia.