Celebramos el 32º Aniversario de la beatificación de nuestro Fundador. Día grande para el Carmelo Palutiano aquel 24 de abril de 1988 en que Juan Pablo II proclamó beato a Francisco Palau y Quer, de Jesús María y José. La mañana en Roma fue una explosión de gozo y alegría a la que se unió una torrencial lluvia en la Plaza de San Pedro en Roma, la que no quitó solemnidad a la celebración. Lo recordamos y tenemos presente como un día grande en nuestra familia palautiana.
Como cada año celebramos y hacemos memoria de este gran acontecimiento dando gracias al Señor por el don que concedió a la Iglesia en la figura y carisma eclesial de Francisco Palau. Evocar la personalidad profundamente eclesial y misionera del P. Palau, es para todo el Carmelo Palautiano, Carmelitas Misioneras Teresianas y Misioneros Laicos Palautiano (MILPA) y Carmelitas Misioneras, motivo de profunda alegría y de acción de gracias al Señor, que tiene que desembocar en exigencia por ahondar en la experiencia de ese amor que sale a nuestro encuentro, que transforma nuestra vida y la convierte en testimonio gozoso de Aquel en Quien creemos, de Quien nos fiamos y a Quien hemos hecho ofrenda de nuestra existencia con una entrega incondicional y sin reservas a Su iglesia, hasta el punto de poder decir con toda verdad como el P. Palau:
“Nuestra misión se reduce a anunciar a los pueblos que tú, Iglesia, eres infinitamente bella y amable y a predicarles que te amen. Amor a Dios, amor al prójimo, este es el objeto de nuestra misión.” Sí, es en la Iglesia de rostros concretos, hoy afectada de forma especial por el momento histórico en que nos toca vivir a toda la humanidad, donde somos llamadas, como hijas de Francisco Palau, a entregarnos por entero.
Que este nuevo aniversario suscite en nosotros un renovado estímulo de interiorización, y vivencia del legado espiritual de nuestro Fundador, traducido en compromiso orante, actuante y dinámico en favor de nuestros hermanos, mediante nuestro servicio apostólico, nuestra entrega al cuerpo doliente de Cristo.
Que como Francisco Palau nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor Resucitado que nos impulsa a caminar, en comunión con todos nuestros hermanos y hermanas, irradiando el gozo de creer, alentando la esperanza y haciendo presente la misericordia de Dios en el servicio delicado y fraterno a los más desfavorecidos de nuestro mundo, los miembros sufrientes de Su Cuerpo. Así daremos sentido a la memoria que celebramos y el carisma que hemos recibido, como don y compromiso, seguirá vivo en nuestra historia.
Intensificamos en este día nuestra oración pidiendo su pronta canonización en la Iglesia, su Cosa Amada.