Ya vamos a por el cuarto día de preparación a la fiesta del P. Palau.
Hoy quiero invitarte a que, igual que Francisco, yendo al corazón, descubras tu propia pobreza. Por un lado, la necesidad, y el deseo de amar y ser amado, necesidad del otro, necesidad de relacionarse. Y por otro, barreras, muros, impedimentos para la comunión, para la relación; el individualismo, los celos, la falta de amor, prejuicios.
Deseo, pero me siento limitado.
El Papa habla de la ruptura recordando la historia de Caín y Abel. Allí vemos como los celos conducen a Caín a cometer la injusticia extrema con su hermano, y eso provoca una ruptura de la relación entre Caín y Dios y entre Caín y la tierra de la que tiene que salir. El papa nos recuerda que necesitamos de relaciones presenciales, interpersonales, para no caer en la soledad y el aislamiento.
Mira toda la creación, tus relaciones con la naturaleza, con el otro, con la sociedad, con Dios… Mira tus relaciones próximas, la realidad de la sociedad en la que vives, todas las relaciones. ¿qué límites, qué barreras dolorosas; abuso de todo tipo, violencia?… Ruptura con uno mismo, con el otro, con la naturaleza y con Dios. Así también las resistencias, mi propia pobreza o indiferencia… Un círculo vicioso y cadena que se perpetúa y que vamos contagiando en más y más relaciones. Y, porque estamos interconectados, repercute nuestro fallo, nuestro dolor, nuestra ruptura en otro extremo del mundo. Toca reconocerlas, ir a la raíz del problema, reconocer mi parte de responsabilidad y ver cómo subsanar esa ruptura… Cómo volver a las relaciones que son comunión. Buscar cómo subsanar esta ruptura: a eso dedicaremos los siguientes días.
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«¡Ah, estabas tan cerca y yo no lo sabía, estabas dentro de mí mismo y yo te buscaba tan lejos! ¿Por qué no te hiciste visible?” MR 22,16
“El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino…, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra” (LS, n. 70).