DESPERTAR A LA MISIÓN
Papa Francisco, ¿cómo no agradecerte que sacudieras nuestra comodidad y cansancio y nos invitaras a despertar a la vida y la misión?
Tus palabras fueron espada de doble filo que atravesó nuestros corazones una y otra vez. Palabras de Padre, de reconocimiento, de apoyo, de cuestionamientos y sacudidas, de admiración y melancolía.
Gracias por dejarnos saber el sueño que Dios puso en tu corazón respecto a la Vida Consagrada: hombres y mujeres apasionados y comprometidos que sepan “mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”.
Gracias por esas veces que supiste colarte en nuestra humanidad y descuidos, en esa debilidad del individualismo en la que nos perdemos y excusamos:
¿somos todavía capaces de vivir la espera? ¿No estamos a veces demasiado atrapados en nosotros mismos, en las cosas y en los ritmos intensos de cada día, hasta el punto de olvidarnos de Dios que siempre viene? ¿No estamos demasiado embelesados por nuestras buenas obras, corriendo incluso el riesgo de convertir la vida religiosa y cristiana en las “muchas cosas que hacer” y de descuidar la búsqueda cotidiana del Señor? ¿No corremos a veces el peligro de programar nuestra vida personal y comunitaria sobre el cálculo de las posibilidades de éxito, en lugar de cultivar con alegría y humildad la pequeña semilla que se nos confía, con la paciencia de quien siembra sin esperar nada, y de quien sabe esperar los tiempos y las sorpresas de Dios?.
Cuánto sueña tu corazón y el corazón de Dios con una vida religiosa alegre, libre de ataduras y rigideces, latiendo al ritmo del Evangelio, centradas en Jesús y la misión… Alegres, con esa alegría genuina y auténtica que transforma la vida y le da sentido a todo, porque:
Cuando se cultiva el vinagre en lugar de azúcar, algo no funciona. La amargura, la acidez del corazón, hace mucho mal. Por favor, cuando vean que en una comunidad alguna hermana está en esto, ayúdenla a salir de esta situación; ayúdenla a salir de la situación de la gente melancólica que siempre piensa: «Pero, otros tiempos eran mejores, las cosas no van, que aquí, que allá…». Este es el elixir del diablo, esta amargura, licor de amargura. Por favor, nada de esto, solo dejemos que el Espíritu nos dé esta dulzura, que es una dulzura espiritual.
Nos lo dijiste tantas veces, y te prometemos que lo grabaremos a fuego en nuestras vidas, para hacer de estas palabras una realidad creíble y duradera:
Que sea siempre verdadero que donde hay religiosos haya alegría… que seamos capaces de mostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices.
Y si, Papa Francisco, seguiremos adelante caminando, orando, sirviendo y amando. Seguimos soñando tu sueño y el sueño de Dios, que es también nuestro sueño y queremos renovar la profecía que oxigena nuestra esencia:
…porque renovar la profecía es renovar nuestro compromiso de no esperar un mundo ideal, una comunidad ideal, un discípulo ideal para vivir o para evangelizar, sino crear condiciones para que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús. No se aman las situaciones ni las comunidades, se aman las personas.
Sigue intercediendo por nosotros, sigue mostrándonos el camino de Esperanza, testigos de la Resurrección y de la Vida, anunciadoras de que un mundo justo, sencillo y solidario es posible y urgente.
El reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor nos permite volver a Jesús sabiendo que «Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual». ¡Qué bien nos hace a todos dejar que Jesús nos renueve el corazón!
Seguimos atentas y abiertas a la misión, poniendo la mirada en los predilectos de Dios, los pobres y abandonados, los frágiles y vulnerados. Queremos seguir siendo audaces, aunque el miedo y a veces la ignorancia nos hagan retroceder.
Queremos seguir poniendo la mirada en Jesús y el Evangelio, como tantas veces nos aconsejaste y como tu ejemplo nos fue iluminando.
Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega plena de esperanza. Sus numerosos proyectos hablan de esta dedicación plena de esperanza. ¡Sigan por este camino!
Y aquí seguimos y seguiremos haciendo eco de tu legado y mensaje, unidas a Jesús y María, fieles al carisma recibido y pregonando al unísono que: