Cueva a las afueras de Aitona, adonde se solía retirar Francisco Palau, ya sacerdote. El documento más antiguo que se conoce es el de la escritura de donación, otorgada por D. Cayetano Calzada y Perandreu a favor de Juan Palau y Quer (8.8.1846).
En dicha escritura consta que el terreno y cueva lo había solicitado el hermano del Padre «para poderse retirar en ella a emplear el resto de su vida natural en oraciones religiosas en honra y gloria de Dios Nuestro Señor, para mejor alcanzar la bienaventuranza en la gloria celestial».
Más tarde (15.7.1876), Juan Palau y Quer hizo testamento en Montuiri (Baleares) a favor de su sobrina Mª del Carmen Benet y Palau, miembro de nuestra Congregación, nombrándola heredera universal de todos sus bienes. Hermana Carmen Benet Palau, posteriormente (Reus 15.9.1893), hizo testamento a favor de Teresa Font y Cabacés, nuestra Superiora General.
El terreno de la Cueva fue siempre un punto de referencia para nosotras, puesto que nos permite conectar con la vocación contemplativa y solitaria de nuestro Fundador. Este lugar palautiano actualmente ofrece a cuantos se acercan a él, un clima adecuado para el silencio y oración.