Francisco Palau considera y presenta a María como «misionera», indispensable en la tarea evangelizadora, hasta el punto de que mostrar a María así ya es proclamar a la Iglesia:
“En adelante, en este monte mi nombre es María y será la Virgen Madre de Dios la que me representará en mis relaciones para contigo. Puesto que nuestro enlace espiritual es ya un hecho consumado, ya no hay que insistir en materia de amores. Tú me amas, yo te amo, y el amor es obras» (MR 1,19). «Predica en el mundo esta grande verdad. Yo no soy el término último del amor del hombre, sino que soy la figura de la Iglesia, Virgen pura y Madre fecunda, y es ésta la Cosa Amada designada por la ley del Evangelio, que es la ley de la caridad” (MR 8,15).
Es en la dimensión misionera de la devoción mariana, donde el P. Palau centra, de manera particular, la advocación del Carmen a quien llama abiertamente «Virgen misionera».