Es indispensable acudir a María para descubrir a la Iglesia.

Acudir a ella no significa derroche de culto y ostentación, sino tomar interés, entregarse plenamente a la tarea de dar a conocer a la Iglesia, servirla en el prójimo, proclamarla, cuidarla, sanarla en sus heridas, etc., es amar en verdad a María.

Las primeras consignas que deja Francisco a sus dirigidas, están impregnadas de ese estilo: el ser servidoras las unas de las otras; la que figure como cabeza, la más entregada de todas en el ministerio del servicio, porque emplearse en el bien de los otros es ser en verdad de Dios y cuidar de él en cuerpo moral.

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