Conmemoramos el gran acontecimiento eclesial para nosotras, la beatificación de nuestro Fundador, hace ya más de tres décadas.
En la memoria de todas y en la tradición congregacional que se va transmitiendo de boca resalta la imagen de aguas copiosas del cielo, una realidad que la Biblia interpreta como signo de la bendición divina. Así lo creemos y así lo vivimos. El carisma y la vida del beato Francisco Palau ha sido y sigue siendo una bendición de Dios para su Iglesia.
Gracias a la amabilidad (y el recuerdo grabado en el alma) de las hermanas nuestras que suscriben lo escrito – que lo vivieron de cerca y a las que hemos pedido compartir de su vivencia, podemos ahora acercarnos al ambiente que reinaba aquel 24 de abril.
Sí, hoy recordamos aquel día 24 de abril de 1988, el que vivimos con gozo escuchando que la IGLESIA PROCLAMABA BEATO a nuestro Fundador, Francisco Palau y Quer, ocd.
Hoy en el 32º aniversario, quiero compartir mi experiencia de ese GRAN DÍA. Ya días antes lo vivía con mucha ilusión. Quise prepararme para vivir en plenitud ese momento. Me aprendí el himno y además los cantos preparados para este
evento.
El día 23 de abril de 1988, de buena mañana, montados en varios autobuses salimos de España rumbo a Roma. En cada autobús íbamos una representación de hermanas cmt, personas mayores y demás adultos simpatizantes. En pocas palabras, salíamos contentos en dirección de la cuna, la Iglesia Madre de todas las Iglesias (VATICANO, ROMA).
Sí, podíamos cantar con júbilo: “Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor…” Una Iglesia viva y en salida, unida, como el Padre soñó: “Yo busco una Iglesia nueva, lugar de alegría y fiesta…” Así lo vería el Padre Palau.
Al llegar a la Ciudad Eterna fuimos distribuidos entre varios hoteles. A cenar y a descansar, que mañana hay que madrugar.
El día 24… ¡y todos temprano al Vaticano!
El día amenazaba lluvia, pero la plaza se llenó de valientes, apasionados, gente sin miedo a mojarse. Yo disfrutaba de ver tanta gente y Hermanas de las dos Congregaciones, muchos padres Carmelitas…
Ya todos preparados, se dio inicio la Celebración. El Papa Juan Pablo II presidió la Eucaristía, concelebrando muchos Obispos y sacerdotes. Estaba todo completo, tal y como lo vería el padre Palau:” Dios y los hombres en un solo amor, la Iglesia gozosa te aclama”. Yo estaba muy emocionada y canturreaba todo eso que brotaba en mi corazón.
En el momento central el Papa pronunció las palabras clave de la Beatificación. Fue tan emotivo que ni me daba cuenta que estaba lloviendo. Allí, todos nos mojamos. Viendo que era una gracia de lo alto; como si de un segundo bautismo se tratara. Para que fuéramos hombres nuevos y fortalecidos para trabajar por esa Iglesia nueva y en comunión. Ahí “caí en la cuenta”, según dice San Juan de la Cruz: Esa es la Iglesia que Palau soñaba. DIOS Y LOS HOMBRES. Me vino a la mente una frase del Padre y yo quise repetirla y aplicármela a mí: “PORQUE TE AMO, ¡OH IGLESIA! BUSCO EN LOS SERVICIOS OCASIÓN DE COMPLACERTE”. “MÍRALE EN ESTE CUERPO QUE ES SU IGLESIA, LLAGADO Y CRICIFICADO, INDIGENTE, PERSEGUIDO, DESPRECIADO Y BURLADO…OFRÉCETE A CUIDARLE Y PRESTARLE AQUELLOS SEVICIOS QUE ESTÉN EN TU MANO.”
Lo recuerdo, hoy aún, conmocionada y deseando que estos acontecimientos nos animen a vivir en plenitud el espíritu misionero que nos legó nuestro fundador y que seamos la ternura y la misericordia de Dios para los más desprotegidos de nuestro mundo. Para eso nos llamó el Señor al Carmelo misionero teresiano.
El Consejo General nos invitó a compartir un piscolabis en la casa general. La casa de todas, sintiéndonos así en nuestra casa. Abrazos, cantos… viendo a tantas hermanas que no conocíamos y a las que hacía tiempo que no nos veíamos. Agradecimos el detalle tan fraterno, y acogida y detalles de toda la comunidad. Después de terminar de realizar nuestra estancia en Roma, continuamos con una ruta turística, aprovechando para que el personal que viajaba con nosotras pudiese conocer algo más de Italia. Salimos rumbo a Venecia, después de pasear por los canales y ver la preciosa plaza de Venecia, regresamos con alguna parada más: en Pisa, Milán… Regresando todos contentos a nuestros destinos. Dando gracias a Dios y a los superiores que nos proporcionaron la posibilidad de participar de este gran evento.
Antolina Fuentes García, cmt
Hace 32 años vi realizado un sueño de mi vida. ¿Cuál? Ir a Roma. ¿Por qué? Porque el 24 de abril beatificaban a nuestro Padre Fundador. Y Dios, a través de sus mensajeros, me proporcionó este doble regalo: Roma y beatificación de nuestro Padre Fundador tan deseada por toda la Congregación y presenciada en primera persona.
No faltaron contrariedades… Por aquel entonces me encontraba destinada en África, y como en la zona donde estaba había tantas lluvias, unos días antes se derrumbó el puente por el que cruzábamos el río. ¡Qué dilema! El coche no podía pasar y nosotras tampoco si no lo hacíamos sobre dos troncos de árbol, sin protección alguna. Se acordó que vinieran los Padres OCD de Goma para recogernos a la otra orilla del río. Creo que no dormí aquella noche pensando cómo pasaría por aquel puente. Estaba aterrada. Los padres de la misión que llegaban hasta el río… pero había que cruzar. Uno de los nativos me ayudó a pasar los árboles y por fin me vi en tierra firme. Fue la primera etapa de mi viaje, para mí la más dura. Pero la causa bien lo merecía.
Al día siguiente volábamos a Madrid, otra hermana y yo. Allí nos unimos a otras dos misioneras y por fin, el último salto para Roma, las cuatro juntas.
El gran día amaneció muy nublado y cuando ya estábamos acomodadas empezó a llover. La lluvia nos acompañó sin interrupción durante toda la mañana. Pero todo sacrificio mereció la pena ante el gran evento que estábamos viviendo. ¡Qué emoción cuando a nuestro incomparable y querido Padre le proclamaron beato! No importaba la lluvia persistente que nos empapó a todos los presentes. El sueño de la Congregación se había realizado y a nuestro Padre acababa de proclamarle la Iglesia Beato.
Por la tarde tuvimos vísperas solemnes en Regina Pacis, la parroquia entonces de la casa generalicia. Seguidamente, en los jardines de la casa generalicia se acogió a todos los peregrinos con una recepción familiar y alegre.
Una experiencia inolvidable que sin darme cuenta me dio una nueva visión sobre su Amada, la Iglesia. Esta es mi prójimo al que tengo que amar y respetar sin mirar quién es ni de dónde viene, si me ha hecho o no me ha hecho…
Dio un giro a mi vida que perdura hasta el día de hoy y que me hace considerar que el otro es tan amado de Dios como yo lo soy. En fin, con la Beatificación ha habido un antes y un después en mi vida que me hace comprender que la belleza de la Iglesia depende de sus miembros, de mí, porque aumento su belleza según mi comportamiento.
Marina Martínez González, cmt
32º Aniversario de la beatificación de Francisco Palau. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Día grande y lleno de emociones inolvidables. Día memorable para el Carmelo palautiano
Fue un día grande. Desde el Vendrell participamos un buen grupo de alumnos, profesores y Hermanas. Fue una experiencia inolvidable. El grupo lo vivió con intensidad y seguro que aún hoy, después de 32 años, recuerdan aquel día con gozo entrañable. El himno “Salve Francisco” nos acompañó durante toda la peregrinación.
El encuentro con los otros grupos participantes desbordaba de alegría. Las calles de Génova, Pisa, Roma, Venecia, Florencia… se llenaron esos días de calor palautiano. Siempre lo llevaremos en el corazón. Con Francisco Palau queremos poder exclamar: “Mis fuerzas se dirigen a servir a la Iglesia y a cumplir la misión…” “Porque el amor todo lo cree posible” (Bto. Francisco Palau)
Antonia Agulló Durà, cmt