Día tercero

𝗡𝗼 𝗺𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗲𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗼 𝘆 ú𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝗱𝗲 𝘁𝘂 𝗮𝗺𝗼𝗿, 𝗽𝘂𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗹𝗼 𝘀𝗼𝘆: 𝗹𝗼 𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗜𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮.

Francisco Palau vivió un amor apasionado por la Iglesia y por María, reflejo de la Iglesia. Miremos a María, fijemos la mirada en ella, descubramos su belleza, sus virtudes y perfecciones. Admiremos lo bueno y bello de nuestros hermanos, contemplando esa imagen y semejanza que Dios puso en cada persona.

María, ayúdame a purificar la mirada para contemplar en las virtudes de los demás la belleza de Dios, que pueda hoy recrearme en ese jardín secreto que mis hermanos tienen con distintas flores y aromas.