El Sábado Santo es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: “nosotros esperábamos… “. Es un día de meditación y silencio. Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. Permanecemos junto a María. Ella sabe del dolor y del Amor. No estamos solos, la esperanza llena nuestra vida.