PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE LA ANIMADORA PROVINCIAL

La tarde del día 1 de octubre de 2021, festividad de Santa Teresa del Niño Jesús, la comunidad cmt «Nuestra Señora del Carmen» de Palencia, acompañada por hermanas de otras comunidades, familiares de hermanas y amigos, presidida por  algunos de sus capellanes, celebró su última Eucaristía. Este día, fecha de la supresión oficial de esta presencia misionera. Al finalizar la Misa, la Animadora Provincial ha pronunciado sus palabras de agradecimiento.

“Jesús no pide grandes obras, sino solamente abandono y agradecimiento”

(Manuscrito B)

Queridas hermanas, sacerdotes y amigos que nos acompañáis en la celebración de esta tarde, tan teñida de agradecimiento, dolor y nostalgia, pero también ¿y por qué no decirlo? de gozo y esperanza.

Las palabras que acabo de citar me hacen pensar en vosotras, hermanas de esta querida comunidad, que sabéis dar al Señor lo que pide, y doy fe de ello. Sois agradecidas y también mujeres que confían y se abandonan, aunque a veces penséis que las mediaciones se equivocan o que los planes a seguir no coinciden con vuestros deseos o expectativas. Gracias, hermanas, por confiar.

Permitidme ahora que, en nombre de la Provincia, me una a vuestra acción de gracias a Dios por el camino que la comunidad ha recorrido durante cuatro décadas.

En el acta de fundación, que he tenido el gusto de leer hace unos días, se dejaba entrever la alegría de los comienzos. Las hermanas y novicias llegaron aquí el 28 de junio de 1982, procedentes de la comunidad de la Residencia de Palencia. La cronista del momento nos habla hasta de los viajes que tuvieron que hacer con el coche para traer el equipaje personal y los enseres de la casa.

Iniciaron esta andadura las hermanas Mª Dolores Manchón, Aurelia Peña, (maestra de novicias), Mª Cristina González y las novicias Esperanza Mukarutesi y Trinidad Palau. Y lo hicieron en vísperas de la celebración de un Capítulo, siendo animadora provincial la hna. Mª Ángeles Rodríguez.

Treinta y nueve años después os toca a vosotras emprender el viaje de vuelta a esa misma comunidad de donde salimos; y, por cierto, también lo hacéis a las puertas de la celebración de un Capítulo Provincial.

Ellas, hermanas y novicias, venían con la ilusión propia de la juventud, con el entusiasmo de quien tiene un futuro por delante repleto de metas por alcanzar. Vosotras os iréis con más años a vuestras espaldas y seguramente con la serenidad de quien tiene claro el sentido de su vida y camina en fe hacia la meta anhelada. No me cansaré de repetir que nuestra misión tiene que ver mucho más con el ser que con el hacer. A las que vais a cambiar de morada, os puede venir bien recordar en estos momentos las palabras de la Santa de Lisieux: “He aquí todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras, sino solamente de nuestro amor” (Manuscrito B, pag. 304).

La finalidad de esta fundación fue principalmente ser casa de formación. La Congregación decidió en su día trasladar aquí el noviciado situado en la avenida Simón Nieto. Noviciado que fue interprovincial hasta 1981 y desde entonces pasó a ser de la Provincia San Alberto. Por ello, nuestro recuerdo agradecido se eleva a todas las hermanas que han sido miembros de esta comunidad formativa, donde varias generaciones de formandas crecimos en identidad personal y carismática, y en la respuesta a la vocación recibida.

No podemos dejar de tener un recuerdo especial hacia quienes fueron maestras de novicias: Mª Dolores Manchón, desde 1982 hasta 1994, Mª Cristina González de 1994 a 1997 y Concepción Ramón hasta 2008, fecha en que profesaron las últimas novicias: Mª Albana da Costa y Aleksandra Nawrocka.

Sin duda, la escasez de vocaciones y los nuevos planteamientos formativos, hicieron cambiar el rumbo de esta presencia misionera, que desde hace trece años venimos describiendo como comunidad de hermanas mayores. Sí, hermanas mayores que nos han dado verdaderas lecciones sobre cómo vivir la pastoral de la acogida y del cuidado.

Una comunidad donde se hace experiencia aquello que, antes de cruzar el umbral de la puerta, nos recuerda el tan leído y contemplado cuadro de madera: “Esta casa es un cielo, si lo puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo” (C 13,7).

Gracias, a todas las hermanas que habéis sido creadoras de esa comunión con sabor a cielo en la tierra; especialmente gracias a vosotras: Mª Jesús Bringas, Carmen González, Mª Ignacia Iglesias, Sabina García, Crispina Luis, Mª Luisa Sánchez, Amalia Uliarri, Mª Rosa Murcientes, Concepción Fernández, Nieves Lejarzaburu, Teresita Arcos y Rosario Herrera.

Gracias, Señor del cielo y tierra, porque has estado y estás cerca de los sencillos, cerca de esta comunidad. Gracias porque has sido compasivo y misericordioso con estas hijas de Francisco Palau y, mirándolas con ternura, sigues invitándolas a recorrer caminos de confianza, amor y gratitud.

Un gracias sencillo e infinito también para nuestras colaboradoras Marta y Yolanda, y para todos los que nos estáis acompañando en esta despedida familiar: los aquí presentes y los que están de otra manera, invisible pero siempre cercana, como es el caso de nuestras queridas vecinas, las carmelitas descalzas. Que Nuestra Señora del Carmen siga intercediendo por todos nosotros.

Hna. Mª del Rosario Pérez Payá, cmt

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