H. Mª del Rosario, animadora provincial, comparte lo vivido en la provincia Francisco Palau, desde marzo hasta mediados de noviembre, y nos propone unas pistas para caminar unidos y solidarios, aliviando los pesos de nuestros vecinos. Parte de la mesa redonda «Dar una mano en tiempo de pandemia», online y en directo el día 13 de noviembre de este año.

COMO VIDA RELIGIOSA

¿Cómo ha afectado la pandemia a la vida religiosa, a las comunidades?


Gracias a Dios, la Vida Religiosa no vive en una burbuja, ni en un búnker y, por lo tanto, también esta pandemia está afectando a las comunidades de hermanos y hermanas esparcidos por el mundo entero. Han sido numerosos los consagrados y consagradas que han enfermado y han muerto, a veces, incluso por proteger la vida de las personas y estar cerca de los más vulnerables.

En el caso por ejemplo de España, según los datos que maneja la Conferencia de Religiosos (CONFER) a finales de septiembre han sido 391 religiosos y religiosas de 78 Congregaciones los fallecidos por el Covid-19. No podemos olvidar que el coronavirus ha causado estragos sobre todo entre los más mayores de nuestra sociedad; y la Vida Religiosa en España cuenta entre sus miembros con un número muy elevado de personas ancianas. Son también nuestras piedras preciosas.

En el caso de nuestra Congregación, falleció víctima del coronavirus una hermana en el mes de abril, pero bastantes hermanas, sobre todo en Cataluña, estuvieron contagiadas. En varias comunidades, lo pasaron francamente mal, se tuvieron que cuidar unas a otras, -mayores cuidando de mayores-. Esta segunda ola también está dejándose notar en algunas comunidades, aunque sin casos graves.

Pero además del aspecto estrictamente sanitario, la pandemia nos cambió bastante la vida, sobre todo durante los meses de confinamiento: bloqueó nuestras agendas; dio un vuelco a nuestras programaciones; frenó el ritmo agitado, incluso excesivo, al que nos somete en ocasiones nuestra vida apostólica… Pero también es interesante destacar que, en otros casos, nos ofreció y nos ofrece la oportunidad de reinventarnos, para seguir ofreciendo ayuda a los más vulnerables. Recuerdo, por ejemplo:

  • El caso de la comunidad de Lucena, cuyo taller de productos artesanales se convirtió en un taller de equipos sanitarios. Allí mismo tenemos una escuela infantil y en estos momentos los niños no pueden asistir a clase. Y si no van a clase tampoco comen. De ahí que, ahora las hermanas están preparando a las madres, una vez por semana, para que hagan ellas de educadoras, y luego se desplazan a las casas para hacer el seguimiento de los niños y llevarles alimentos.
  • Nuestra comunidad de Nazaret, aquí en Barcelona, que lo pasaron mal durante el confinamiento; pero, en cuanto pudieron, reanudaron su actividad en el almacén donde distribuyen alimentos a familias muy carenciadas.
  • Nuestra comunidad de Viseu, que colabora en un centro de menores: una hermana tuvo que salir de la comunidad para quedarse a vivir más de un mes, día y noche, con las niñas.
  • Las hermanas de Manila, que salían por las calles de la ciudad para repartir comida a los pobres.
  • En Polonia, las hermanas implicadas en la labor con menores en situación de riesgo o con las personas en situación de calle, continuaron al pie del cañón día tras día.

 

¿Qué ha visibilizado?


Voy a volver un poco atrás, para tratar de describir lo que me parece que ha visibilizado la pandemia:

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  • Nuestra fragilidad: Esta crisis sanitaria nos está haciendo reconocer lo pequeños que somos. Ni podemos controlarlo todo, ni somos autosuficientes. A lo largo de estos meses se ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de nuestras comunidades, en su mayor parte formadas por hermanas muy mayores.

Fragilidad que no solo es cuestión de edad. A veces también se traduce en miedos desproporcionados; o en egoísmos que nos impiden darnos sin reserva, hasta arriesgar la propia vida por los demás.

  • Nuestro ser de creyentes y orantes: una vez constatada nuestra fragilidad ha entrado mucho en juego la confianza, como actitud básica para afrontar los límites y las situaciones adversas.

Ser religiosa, ser mujer de fe, vivir la pobreza evangélica tiene mucho que ver también con la adhesión confiada a la persona de Jesús que en medio de la tormenta viene a liberarnos del miedo y del pesimismo. Ser mujeres de fe nos impulsa también a orar, a dirigirnos a Dios para pedir, para suplicar, como el sabio maestro del libro del Eclesiástico. Confiar, orar… Creo que en toda la Iglesia, y también en las comunidades religiosas, se han intensificado los tiempos dedicados a la oración, y especialmente a la oración de intercesión.

  • Sentido de familia. Las Carmelitas Misioneras Teresianas en concreto tenemos en nuestro ADN ser creadoras de comunión, ser y hacer familia. A pesar de nuestras deficiencias y de nuestras propias fragmentaciones, que las hay, hemos evidenciado en muchos momentos que somos familia; que nos preocupamos las unas por las otras y por la gente de nuestro pueblo; que estamos interconectados; que cuando un miembro sufre, sufre el cuerpo entero; y que podemos usar los medios de comunicación como espacios de encuentro.
  • Por último, y aunque lo digo a la postre, destacaría la solidaridad que se ha traducido y se traduce muchas veces en un servicio silencioso, en gestos concretos y cotidianos de hermanas y hermanos que han estado y están cerca de los que sufren.

 

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Lo resumiría diciendo, que la pandemia ha puesto de relieve:

  • que quienes peor lo pasan siempre, también en época de crisis sanitaria, son las personas con menos recursos económicos. A ellas les llueve sobre mojado. Y además está creciendo el número de pobres en el mundo a causa de la pandemia. Según Oxfam Intermón, solo en España, puede que aumente en un millón el número de personas en situación de pobreza, si no se toman más medidas.
  • que la soledad que han sufrido y sufren algunas personas, sobre todo mayores, la desesperación ante la muerte, la falta de sentido… son también formas de pobreza a las que dar respuesta.

 

¿Cuál ha sido/es el mayor desafío? ¿Qué situaciones les ha tocado acompañar más de cerca? 



Pienso que un desafío importante, no sé si el mayor, ha sido y es: desde nuestra fragilidad, vivir siempre en actitud de salida; no ser autorreferenciales, no guardarnos y protegernos excesivamente, para poder estar siempre pendientes de quienes peor lo pasan.

Puede ser una tentación replegarnos, protegernos, convirtiéndonos en meras espectadoras de una situación ante la que nos sentimos impotentes. No; somos misioneras por esencia, y todas podemos aportar nuestro granito de arena.

Antes he aludido a las comunidades de Filipinas, que están en contacto muy directo con familias muy carenciadas, niños que viven en la más absoluta miseria. En Barcelona, Viseu, en Sopot, la atención a personas vulnerables, a la gente de la calle, se ha llevado a cabo de forma ininterrumpida.

Sobre todo, en España, Portugal, Italia, además de tener siempre en el punto de mira a nuestras hermanas mayores, como familia palautiana, hermanas y laicos en misión compartida:

  • Hemos redoblado nuestros esfuerzos en la prevención y en el cuidado de los ancianos en el ámbito de nuestras Residencias (como ya ha comentado Mireia).
  • Y por lo que respecta al ámbito educativo, también ha sido y está siendo ejemplar la labor que se está llevando a cabo desde los diferentes equipos de gestión y desde cada comunidad educativa, para seguir ofreciendo un servicio de calidad a los niños y a las familias. En este sentido también quiero señalar que desde la Congregación hemos querido potenciar los gestos solidarios, sobre todo a nivel económico, con las familias que también están sufriendo las consecuencias de esta crisis global.

 

Desde la realidad que has compartido, ¿cuál crees que es el camino para “tender una mano” y hacer de esta realidad una oportunidad de crecimiento, de encuentro, de comunión, de solidaridad? ¿Qué hay que cambiar? ¿Qué hay que potenciar?


Me parece que la respuesta está contenida en la misma pregunta: para tender una mano hay que ponerse en camino, vivir en actitud de salida hacia el hermano que nos necesita. Pero entiendo que no se puede salir de cualquier manera; cada uno sale al encuentro del otro desde lo que es. Desde mi condición de religiosa, me atrevería a proponer cinco pistas, dirigidas especialmente a quienes comparten esta misma vocación; cinco pistas para tender nuestra propia mano…

1ª PISTA: CUIDAR LA EXPERIENCIA DE DIOS, LA EXPERIENCIA DE IGLESIA. Decía el presidente de la Unión de Superiores Generales, Arturo Sosa, que “la Vida Religiosa está llamada en este momento al cuidado de su experiencia de Dios, que le permite ser receptora y transmisora de los dones o carismas del Espíritu Santo a la Iglesia y a la humanidad. La Vida Religiosa ha aprendido durante la pandemia cómo el cuidado de los otros y el cuidado de uno mismo está relacionado. Cuidar la vida espiritual es la condición para que nosotros podamos cuidar de los otros y del planeta al modo propio de nuestra vocación carismática (Somos Confer, nº 21).

Creo que a nosotras CMT, y en realidad a todo miembro de la familia palautiana, ese cuidado de nuestra vida espiritual, ese dejarnos guiar y transformar por el Espíritu, nos permitirá iniciar o mantenernos en un proceso de conversión constante, que nos lleva a descentrarnos, es decir, a poner en el centro de nuestra mirada contemplativa y de nuestro servicio concreto un “Tú” que se llama Iglesia de rostros concretos, Iglesia crucificada, Iglesia vulnerable.

El Papa decía en su mensaje que la oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Desde la vivencia de nuestro carisma específico, Dios y los prójimos, Cristo Cabeza unido a su Cuerpo, son inseparables. En el P. Palau, y en nosotros, oración y misión se unifican en la experiencia de encuentro con la Iglesia. Cuando oramos y cuando servimos, en toda ocasión tratamos de vivir relaciones con la Iglesia. Nuestras relaciones de amor con Ella en la oración, se traducen después en obras de amor hacia el prójimo, en servicio de liberación y de restauración de la belleza del ser humano allí donde está dañada. Y no sólo eso: en la oración misma, en el trato asiduo con Quien sabemos nos ama, podemos cuidar del pobre, de la Iglesia llagada, intercediendo por Ella. E intercediendo también por los que están directamente implicados en el rescate del pobre. Ayer viendo imágenes del naufragio de los inmigrantes en el Mediterráneo y la admirable labor de los miembros de la ONG Open Arms, pensaba también en la importancia de sostener esos brazos abiertos que se lanzan al mar, con la oración de los que estamos en el puerto.

2ª PISTA: VIVIR LA POBREZA EVANGÉLICA EN PRIMERA PERSONA Y EN COMUNIDAD. El Papa en su mensaje dice que esto es fundamental para apoyar a los pobres. Nosotras por vocación nos sentimos llamadas a dar testimonio de Dios como la verdadera riqueza del corazón; hemos sido invitadas a vivir un estilo de vida sencillo y sobrio. Lo tenemos escrito en nuestro documento de identidad, en nuestras Constituciones: “La renuncia a los bienes nos hace libres, nos compromete en el cuidado de la creación y, sobre todo, nos impulsa al compromiso por la justicia y la solidaridad. Porque somos familia, el grito de los pobres nos exige entrar en el camino del compartir, que crea unidad y comunión”. Creo que en estos momentos en los que tantas familias lo están pasando mal económicamente, no está nada mal que nuestra forma de tender la mano, pase también por un tomarse bien en serio la exigencia de que nuestro estilo de vida sea realmente sobrio y austero.

3ª PISTA: QUE NUESTRAS COMUNIDADES SEAN ESPACIOS DE COMUNIÓN DONDE SE ACOGE A LOS POBRES Y SE TEJEN RELACIONES CON ELLOS. EL Papa también señala en el mensaje que a los pobres los tenemos que invitar a participar en la vida de la comunidad, con más razón en la vida de la comunidad religiosa. Nuestras fraternidades están llamadas a ser espacios de escucha, donde se promueve la cercanía con la gente. Me consta que esto se hace realidad frecuentemente en nuestras comunidades de Asia. Allí no es raro que, en situaciones de emergencia, bastante frecuentes, se abran las puertas de nuestras casas, se ensanchen nuestras tiendas para acoger a familias que lo han perdido todo.

4ª PISTA: APOSTAR POR LA VIA DE LO PEQUEÑO Y LO SENCILLO. Quizás esta pandemia también está subrayando la necesidad que tiene la Vida Religiosa de liberarse o desprenderse de algunos planes y proyectos grandiosos, ruidosos, complejos que exceden ya nuestra capacidad y nuestras fuerzas. Esta situación ha acentuado la urgencia, a nivel de institución, de hacer un discernimiento serio para aligerar estructuras y tratar de concentrar nuestras fuerzas allí donde hay necesidades apremiantes, donde los pobres claman. Pero mientras tanto, y a la vez, en cada comunidad podemos seguir apostando por la vía de los gestos sencillos y concretos, que se traduce, por ejemplo, en la ayuda a familias del entorno, en preocuparse por esos vecinos que sabemos que lo están pasando mal, o que se sienten solos. En definitiva, apostar por una pastoral de la proximidad. Si sintonizamos bien con la frecuencia del Espíritu, seguro que la caridad nos hará muy creativos y colaboraremos en la construcción de la deseada civilización del amor.

5ª PISTA: SUMAR FUERZAS, FOMENTAR LAS SINERGIAS, CREAR CONEXIONES. A nivel de nuestra propia familia religiosa, pienso en lo bueno que sería fomentar las sinergias entre hermanas, laicos, comunidades, provincias, y con nuestra ONG Educas. Sin duda, la unión hace la fuerza. Por otro lado, creo que el camino de salida para tender una mano pasa también por la posibilidad de unirnos a proyectos eclesiales o intercongregacionales que ya están en marcha. Pienso, por ejemplo, en colaboraciones con las Caritas locales, o en la posibilidad de discernir junto a otras instituciones el modo de comprometernos con lacras actuales, que el confinamiento ha potenciado aún más, como la trata de personas.

La presidenta de la UISG Jolanta Kafka, también señaló en un artículo reciente de la Revista Somos Confer, (nº 21) que una frontera para la Vida Religiosa, está en la comunión, en el compartir las experiencias, las intuiciones… y caminar juntos, creando conexiones para aprender unos de otros; y siempre con el objetivo común de TENDER UNA MANO.

María del Rosario Pérez Payá – Hermana, enfermera de profesión y con la formación teológica. Pocos años pudo servir como enfermera. Otros muchos, como superiora provincial, consejera provincial; y durante varios trienios, secretaria provincial.

Fue miembro del equipo general de formación, de la comisión general de redacción de las constituciones, o del equipo general de comunicaciones y evangelización. Actualmente, al servicio de la Iglesia “Dios y los prójimos” es Animadora de la Provincia “Francisco Palau” de Europa.

Buscadora de la verdad. Nacida para amar y ser amada, para vivir en familia, se siente mujer en camino, en actitud de búsqueda constante y de servicio… Será por eso que le encanta caminar, conducir, escuchar música mientras va de camino…