Reflexiones sobre “PATRIS CORDE”

 

El Papa Francisco en su última carta apostólica “Patris Corde” presenta la figura de San José como un hombre que se hizo responsable por la Madre y el Niño, y con ello también por toda la Iglesia. San José sigue amparando a Jesús, el Cuerpo de Cristo en la historia” y a María, cuya maternidad “se manifiesta en la maternidad de la Iglesia”.

Podríamos preguntar: ¿qué tipo de responsabilidad podemos aprender de San José? Me gustaría enumerar algunas de las características mencionadas por el Papa.

  • Responsabilidad empieza cuando se establece la relación.

San José era quien puso nombre al recién nacido. “Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20)”. Cuando Francisco Palau inició sus relaciones con la Iglesia, sintió la necesidad de preguntar siempre por el nombre de Aquella con la que se encontraba. Es normal que lo primero que preguntamos a la persona es su nombre. Cuando conocemos el nombre de alguien, sentimos como si ya supiéramos algo sobre esa persona. Pero saber no es suficiente. Es tan solamente el inicio. Y entrando en relación, adquirimos la responsabilidad por el otro. Lo sé, nuestra sociedad huye tanto de la relación como de la responsabilidad. Preferimos “amistades virtuales”, donde podemos dar un “me gusta” y quitarlo con facilidad las veces que queramos, podemos escribir cualquier comentario que queramos sin tomar responsabilidad por las palabras escritas porque en cualquier momento podemos simplemente borrar el comentario. Pero como personas de relaciones necesitamos asumir la responsabilidad. Y por otro lado, necesitamos establecer relación con aquellos por los que somos responsables. La manera autoritaria de mandar y esperar la obediencia no funciona ya. Vivimos en un mundo sediento de encuentros personales y de poder tocar. Durante más de un año, debido a la pandemia, hemos vivido prisioneros en una realidad online. Cuando todo eso acabe… ¿sabremos aún cómo relacionarnos cara a cara?

  • Responsabilidad que demuestra la ternura

“La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador. San José aceptó a María en el momento más vulnerable de su vida. Estaba embarazada con “Dios sabe quién”, y habría sido tan fácil juzgarla y sentenciarla por lo que había hecho. Y ahora pienso en tantos hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que han sido juzgados y sentenciados por nosotros, gente de la Iglesia, los justos. Pero en realidad, ser justo en la Biblia significa buscar la voluntad de Dios, ir más allá de la letra de la Ley y preguntar por los designios de Dios. Eso es lo que hizo José. Eso es lo que estamos llamados a hacer nosotros. ¿Cuántas veces anteponemos la letra, algunas normas y tradiciones, a la persona que se nos ha dicho debemos “amar como amamos a nosotros mismos”? “La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil”. El corazón de José, el corazón del padre estaba abierto para los que eran débiles, como María y el Niño Jesús. ¿Y nuestros corazones?

  • Responsabilidad que precisa de la valentía creativa

Nos gusta vivir sin complicaciones. A veces, cuando necesitamos discernir algunas acciones que deben ser tomadas, en vez de usar los criterios de “significatividad carismática”, utilizamos los de soluciones cómodas, que no nos complican demasiado o que no comprometen nuestra realidad. El buen viejo orden. Puede que sea esa la razón porqué nuestra vida está perdiendo su significado y relevancia en el mundo. El Papa dice que “La vida de cada uno de nosotros puede comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía para vivirla según lo que nos dice el Evangelio”. Y el Evangelio no es lo más fácil de vivir. Pero es la única manera para hacer significativa la vida. “Entonces, lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo nos enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona. Nuestra realidad es más que complicada. En la mayoría de los países tradicionalmente católicos, la Iglesia ha perdido su importancia en la vida de las personas debido a sus escándalos y otras cuestiones que llevan esperando demasiado tiempo sin obtener alguna respuesta. Para muchos cristianos comprometidos, cada día es más difícil encontrarse en este lugar que tiene más de estructura que de comunidad de fe. Muchos sienten que ya no pueden pertenecer a la Iglesia que no responde a su inquietud. Y aquí viene San José y nos invita a tener esa “valentía creativa”: De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener. ¿Cómo podemos comprometernos de nuevo con las personas que se alejan cada vez más de la Iglesia? ¿Cómo podemos restaurar la belleza de la Iglesia y proclamarla la mayor felicidad de todos? Realmente espero que encontremos estos recursos que ni siquiera pensamos que tenemos…

  • Responsabilidad que ama a los más pequeños

Y como vamos hablando de amar a la Iglesia, necesitamos también hablar de sus miembros más vulnerables. El Papa dice que la Iglesia no puede dejar de amar a los más pequeños, porque Jesús ha puesto en ellos su preferencia, se identifica personalmente con ellos. De José debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. Responsabilidad significa amor. No es tan solo cuidar por obligación, de mala gana. La responsabilidad cristiana consiste en amar a toda la persona y a cada persona. Es fácil amar a los que piensan de la misma manera que nosotros, que profesan la misma religión o al menos unos valores similares, que pueden darnos algo a cambio por nuestro compromiso para con ellos. Pero aquí estamos llamados a amar “a la Iglesia y los pobres”. Esta Iglesia y estos pobres que no piensan como nosotros pensamos, que tienen otra escala de valores, que no pueden devolvernos en este mundo una paga por nuestros esfuerzos. ¿Estamos aún dispuestos a amar?

Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él. Algo parecido ocurre con nosotros, las religiosas. No nacemos madres, nos hacemos madres cuando asumimos la responsabilidad por la vida de otra persona. No vivimos la experiencia de nueve meses de llevar una nueva vida en nuestro vientre, pero eso no significa que no podamos ser madres.

Más, la Iglesia y el mundo de hoy necesita religiosos, hombres y mujeres, que sean padres y madres, que tomen la responsabilidad por la Iglesia. No puede haber más excusas. Hay demasiada gente en este mundo que vive como huérfanos, sola abandonada físicamente, vacía espiritualmente, perdida y confusa. Si no nos sentimos responsables por ellos, ¿qué hacemos en la Iglesia?

Aleksandra Nawrocka CMT

DESCARGA LA REFLEXIÓN

H. Aleksandra Helena Nawrocka – carmelita misionera teresiana

Nacida en Pulawy, Polonia, en una familia cristiana. Desde muy pequeña destaca su interés y pasión por la persona, la filosofía, la belleza y la música, entre otros. Elige la carrera de letras, la educación, comprometiéndose en sus años de universitaria en la pastoral social, conociendo el mundo de las personas con discapacidades mentales y físicas. En su camino de discernimiento vocacional conoce a las Carmelitas Misioneras Teresianas. Al finalizar la carrera en la Universidad Católica de Lublin (Lubelskie-Polonia) en 2004, el mismo año pide entrar en la congregación.

Su primera formación religiosa – postulantado y noviciado – la vive en la comunidad de Tarnowiec (Polonia) y en Palencia (España). En 2008 hace la primera profesión, pasa al juniorado en Paterna (Valencia-España) donde también realizará los estudios universitarios de teología en la Facultad San Vicente Ferrer (Valencia-España). En 2011 defiende la tesina obteniendo el Bachiller en Teología. El mismo año es destinada a Tarnowiec (Malopolska-Polonia), y un año más tarde a Pangantucan (Bukidnon-Filipinas). En su nuevo destino, en función de la misión, estudia la economía, el idioma cebuano e inglés.

En 2018 participa en el Seminario de Francisco Palau organizado por el EGEP en Aitona (Lleida-España) como preparación para difundir el carisma palautiano con más fuerza. Buscadora inquieta de Dios.