Un mes más, y una reflexión sobre el epistolario palautiano. Para profundizar en el tema, renovar la ilusión. Para crecer, florecer y compartir con los que amas.

ESCUELA PALAUTIANA DE LA VIDA: CARTA 38

El centro, el propósito y el significado de la vida espiritual es nuestra unión con Dios. Es cierto que Dios vive en cada una de sus criaturas, sosteniendo su vida y guiando su crecimiento. Sin embargo, para disfrutarla plenamente y vivir verdaderamente unidos a Dios, necesitamos hacer algún esfuerzo. No sucede automáticamente. No sucede de un día para otro. Es el camino de toda una vida. Empecemos, pues.

Francisco Palau tenía una visión bastante peculiar de cómo debería ser nuestra oración. Por supuesto, el punto central es siempre Dios. Y nosotros, los cristianos, lo tenemos aún más fácil porque tenemos a Jesucristo, que es la imagen viva del Dios invisible. Por eso, el primer paso en la oración significa entrar en una relación de amistad con Él, hasta el punto de que la sintamos como algo natural. Nos sentimos a gusto, no necesitamos forzar nuestro pensamiento, sentimientos o emociones. El momento de la oración se convierte en un momento de placer, de disfrute. El mejor momento del día. Es el momento de encontrarse con alguien que sólo sabe amar, y hacer lo mismo con él: sólo amarle. La amistad y el amor son fundamentales para la oración, para ese “trato entre amigos” dicho con palabras de Santa Teresa de Jesús. Dios me ama, yo amo a Dios, y viviremos felices para siempre.

Pero, poco a poco, esta relación de amigos se convierte en una relación entre amigos. Ya no somos sólo dos. Ahora hemos llegado a ser varios. Porque resulta que este Dios a quien amamos, tiene un cuerpo. Cada vez que lo miramos colgado en la Cruz, contemplamos y adoramos su cuerpo, herido, sangrante, dolorido. Y nos damos cuenta de que este cuerpo es la Iglesia. Así, por el amor a su cuerpo físico, aprendemos poco a poco a amar a su cuerpo místico: al prójimo. Es en la oración donde este amor se fortalece, se fortifica y madura. Iglesia entera, el mundo entero se convierte en objeto de nuestro amor y misión. Pero sin perder nunca de vista la razón de nuestro amor y misión: un Dios muriendo en la cruz y amándonos incondicionalmente.

El reto es permanecer en esta unión a pesar de todos los acontecimientos exteriores. Sucede en la calma y el silencio de nuestros corazones, y sabemos lo difícil que es estar tranquilos y, serenos, en paz, cuando todo a nuestro alrededor gira a la velocidad de la luz. Por eso necesitamos colaborar, necesitamos esforzarnos, necesitamos encontrarnos contra nosotros mismos, contra pensamientos y emociones que cruzan nuestro corazón haciéndonos vacilar, y dudar del amor de Dios e incluso de la posibilidad de esta unión. Sin embargo, Dios mismo viene en nuestra ayuda con sus dones de fe, esperanza y amor. La única condición es que valoremos esta unión, comprendamos su importancia y “amemos a Dios excesivamente”. Si no… ¿por qué estaríamos luchando?

Aleksandra Nawrocka cmt

A Juana Gratias: Gramat (Francia)

Es Cubells (Ibiza), Día de N. Sra. del Carmen, 16 julio de 1857

J. M. J.
Viva Jesús

1. Carísima hermana en Jesucristo: Hacemos la octava de nuestra Santísima Madre la Virgen del Carmen, y está destinada a poner orden en todas mis cosas, como si fueran los últimos días de mi vida. Vamos a tus cosas. Espero carta tuya para ocuparme de tu exterior y entretanto, vamos a la dirección de lo interior.

2. La obra grande de Dios en el hombre se labra en el interior. El orden que aparece y se manifiesta afuera es obra y efecto del orden interior. Las tres virtudes fe, esperanza y caridad, auxiliadas por los más altos y sublimes dones del Espíritu Santo, como son inteligencia, sabiduría, ciencia y consejo, unen la criatura con el Criador, al espíritu del hombre con su Dios, al alma con el Verbo de Dios. Y esta unión sagrada es la que has de buscar, tener y poseer, porque en ella está la vida, la salud y la fuerza espiritual, y de ella proceden todas las demás innumerables virtudes.

Dejándonos de teorías, vamos a lo que a ti prácticamente te conviene y toca.

3. El alma mira a Dios bajo dos aspectos o formas. Primero como a objeto de todos sus afectos, o como un ser infinitamente bueno y amable, y esta figura le roba su corazón; y en cuanto bueno, siendo infinitamente hermoso, esto es infinitamente perfecto, bajo esta consideración le toma y roba su vista intelectual, sus pensamientos y meditaciones.

Bajo esta consideración las virtudes teologales y sus dones hacen que Dios y el alma sean una sola cosa por amor y limpieza de pensamientos. Y mientras en el alma se obra primaria y principalmente esta divina unión, todas las demás virtudes son como auxiliares y criadas y ejércitos que custodian y sirven y defienden esta labor. Esto es el amor de Dios para el alma y el amor del alma para con Dios.

4. Además, mientras la unión dicha se trabaja y ordena, se embasta y principia otra unión; y es la que muchas veces te he dicho: el alma se une con Dios primero en cuanto es su amado, como centro de sus afectos y vistas, y luego como a rey y señor y dueño y gobernador universal de todo el mundo. La primera unión hace al alma una diosa, esto es, la deifica, la diviniza, la hace esposa de Dios. Y la segunda la eleva a la dignidad de reina, de corredentora del mundo, de señora y princesa. La primera es el amor de Dios, y la segunda el amor de los prójimos, y como en el amor de Dios y del prójimo se consuma toda la obra de Dios en el corazón del hombre, y como sea esta obra la que se ha de principiar, continuar y acabar en nosotros, y el cumplimiento de toda ley, no hay quien pueda entrar en el reino de Dios sin que esta obra esté ordenada y acabada en el grado de perfección conocido de solo Dios.

¡Cómo aquí tenemos la vida y la salud y la fuerza! ¡Cómo fastidia todo lo que no vaya ordenado aquí! Yo aunque muy atrasado, no obstante me complazco en predicar, en hablar y escribir y en meditar esta grande obra; y a su contemplación, el espíritu se alienta, se anima y se vivifica.

5. Esas dos uniones se trabajan en la oración, en la meditación, en el silencio y en el retiro interior. Si tú con tal ardor has buscado soledad, retiro, abstracción de criaturas, y si no has soñado más que desiertos, créelo, esta vocación procedía y procede de que tu pobrecita alma conoce, entiende, toca y palpa la necesidad que tiene de vivir unida con su Dios, no de cualquier modo sino de la forma que Dios exige y quiere de ella. Conoce cuánto vale esa unión, entiende claramente que en ella encontrará la vida y la resurrección, su alimento y sus virtudes. Y por esto la ha buscado, ¿y dónde?, ¿por qué medios? Adoremos los designios de Dios y de su providencia y respetémoslos. De la vida tómense lecciones para corrección de los errores y preocupaciones.

6. Dónde pues hallarás, hermana carísima, esa unión y qué medios, sobre esto te hablaré en mis cartas como asunto el más interesante y el principal. Y en verdad que para ti lo demás vale bien poco. Vamos al caso. Es preciso dirija los pasos de tu espíritu en la oración y fuera de ella, siendo aquí donde se trabaja esa unión santa. Y esa dirección es la que principalmente has venido a buscar.

Necesitas en esta materia doctrina y consejos, porque esto facilita el camino. Si me descuido, pídeme siempre esto porque es lo que más te interesa.

7. En la oración encontrarás la fe, la esperanza y el amor. Y como tienes ya instrucción y experiencia suficiente para juzgar estas virtudes, como han sido ya destruidas las principales preocupaciones y errores que tenías, los actos de unión te son fáciles, dulces y satisfactorios, y de ahí es que sin conocer, ni ver la unión, la sientes, te hallas bien con Dios, te arreglas amigablemente y fácilmente con él, y hacéis luego amistades. Pues bien, por ahora nada tengo que decirte sobre esto sino que perseveres y, aprovechando ese bienestar interior con Dios, pide gracias, corrobora y fortalece tus virtudes morales y, tomando aliento en ese tu castillo interior combate tus tristezas y sus causas, destruye tus penas infundadas y prepárate. (Se me ha concluido el papel porque no pensaba ser tan extenso. Ya que estoy contigo continuaré la conferencia) para todos los combates terribles a que está expuesta esa divina unión por parte de los tres enemigos.

Vive unida con Dios y cuida que nada, ni el hambre ni la sed, ni la espada, ni la adversidad, ni la fortuna, nada turbe tu corazón. Vive unida con Dios y todo lo demás es vapor y humo y sombras que se desvanecen.

8. Cuando examines tu conciencia, (cuidado con lo que ahora voy a decirte) no vayas demasiado lejos; mírala como se miran las playas desde las altas cúspides de los Alpes o Pirineos, modo gr o s s o, sin entrar en pormenores y no viendo en ella cosa clara, cierta y evidentemente mala, pasa de largo y quédate en paz con tu Dios. Cuidado te repito en esto y dime cómo lo haces porque por aquí el diablo con sus falsas doctrinas y sugestiones podría entrar y causarte gravísimos perjuicios. Esta unión produce la paz del corazón; busca pues la paz. No te inquiete ni turbe cuanto de próspero o adverso pase a tu alrededor; y antes piérdelo todo que la paz del corazón.

Cuando te sientas inquieta, triste, en pena, amargada, busca la causa, y si no merece pena, como no la merece todo lo que no es ofensa de Dios, echa afuera tu inquietud; y si no ves causas, si penas, si te sientes inquieta, descontenta sin causa, entonces sufre, toma paciencia, deja pasar aquella hora de fiebre espiritual y la calma interior volverá.

9. Esa unión, hermana mía, exige y pide un corazón en paz, en calma, inmóvil, inalterable, como un cielo empíreo, y esa paz, esa calma, esa inmovilidad podemos nosotros adquirirla, estamos obligados a buscarla, combatiendo con fuerza y vigor todo cuanto se levante a nuestras afueras para arrebatárnosla.

Esa unión, hermana mía carísima, aunque esté en ti, necesita ser trabajada, consolidada y robustecida, y al efecto yo no dejaré de darte doctrina, preceptos y consejos, y tú te explicarás porque necesito te descubras.

10. Vamos ahora a la otra unión. La primera mira a Dios infinitamente amable y bello y hermoso, y tiene la contemplación de sus atributos y perfecciones por objeto. Y la segunda le mira como a criador, conservador, gobernador, redentor y glorificador y vivificador de todo el mundo.

En ciertos momentos, el espíritu del Señor te moverá y llevará hacia esta segunda unión y has de cooperar. Se te presentará como a señor, rey y gobernador del mundo, como a señor Dios de los ejércitos, y te llevará a objetos análogos a esta presencia. Como la primera unión no se robustece ni perfecciona ni consuma sino en ésta, es preciso empieces a trabajar aquí.

11. La Lucha del alma con Dios, ese librito te dará doctrina. No hay sino cambiar de objeto. En lugar de España ha de ponerse la Iglesia universal. Quien lucha por la defensa de la ciudad, lucha por su causa propia. Has de principiar en la meditación de Jesús crucificado, mirando en su cuerpo físico el místico y moral de toda su Iglesia, y siendo tú amiga suya y amante suya, con la oración bajo la forma marcada en la Lucha, has de principiar a cooperar en ti al amor de los prójimos.

Pero advierte que no te has de ocupar de esto en la oración de modo que olvides la primera unión. En la oración lo primero que has de examinar ha de ser tu unión con Dios.

12. Basta. Se me ha acabado el tiempo. Me llaman a Vísperas Biel y Ramón. En otra carta me extenderé sobre estas importantes materias, y cuando me escribas, no dejes de contestarme, dándome cuenta de lo que en esto haces y de tus dudas y modos.

Adiós. Tu solícito padre,
Francisco