¡LA ALEGRÍA DE DARSE!

Experiencia de voluntariado

Buenas noticias de la experiencia del voluntariado palautiano de las jóvenes “inquietas y andariegas” que optaron por compartir y experimentar la misión de las Carmelitas Misioneras Teresianas en Filipinas. Su testimonio nos llena de alegría y esperanza con la seguridad de que otros jóvenes desearán realizar la experiencia de estas jóvenes. Hoy nos comparten su vivencia Aline y Paula. Gracias por vuestro trabajo y testimonio

Vivencia de Aline Cassol

Soy Aline Cassol, maestra de Educación Primaria en el colegio Carmelitas Misioneras Teresianas de Tarragona, durante el tiempo que estoy trabajando en el colegio he podido apreciar toda la labor de las Hermanas Carmelitas al rededor del mundo, pero sobre todo en Filipinas, ya que cada año promovemos campañas destinadas a ayudarlas en su misión. Después de escuchar que se podía hacer un voluntariado con ellas e informarme un poquito, decidí emprender este viaje para aportar mi granito de arena a la comunidad.

Empecé esta aventura con muchas expectativas, y un poquito de miedo por supuesto. Pero, solo puedo decir que mis expectativas se han superado muchísimo, y que el miedo se fue al pisar el aeropuerto de Filipinas.

La acogida por parte de las Hermanas ha sido excepcional, antes de emprender esta aventura ya nos estaban cuidando como nuestra familia. No hay palabras para agradecerles lo mucho que se preocupan por el bienestar y ayudan de tal manera que te hacen sentir como en nuestra propia casa y en consecuencia todo parezca más fácil.

Esta experiencia ha sido espectacular, he podido vivir realmente con la gente local que siempre te regala una sonrisa, te ofrecen todo lo que tienen y siempre están muy agradecidos por todo.

Durante esta misión he podido compartir y ayudar en diferentes labores que hacen las Hermanas para la comunidad, en Calumpang, en la comunidad Saint Dominic, tienen un proyecto llamado “Casitas” el cual consiste en construir casas a las familias más desfavorecidas, en esta misma comunidad tienen un programa llamado “Feeding” que ofrece alimentos a los niños y niñas. También realizan diferentes actividades con los jóvenes, como he podido ayudarlos a plantar algunos árboles locales y también hacer recogida de basura, preparar actividades concretas y ponerlas en práctica.

En su centro en Lucena City, tienen escolarización infantil para niños y niñas, así como cuidados médicos, una trabajadora social que da apoyo a las familias, con la que he podido ir a visitar a sus casas, y muchas más actividades dedicadas a mejorar la vida de muchas personas. Una labor verdaderamente importante e imprescindible, para poder educar y concienciar, así como ayudar a mejorar la sociedad en la que viven, y para que esta pueda aspirar a un futuro mejor.

Sobre esta experiencia solo puedo decir que ha sido la aventura más maravillosa del mundo, desde el momento en que llegué me sentí como en casa, ahora tengo una nueva y gran familia.

Creo que es difícil de explicar todo lo que me llevo de estas semanas del voluntariado, tanto cariño, tantas sonrisas y abrazos a cambio de nada, aprender cómo se puede ser feliz con tan poco… No nos damos cuenta de lo bendecidos que somos de haber nacido y crecido en un hogar adecuado, y de tener la familia y amigos que tenemos.

Durante este tiempo he recordado qué es lo importante, que a pesar de las circunstancias siempre se puede ser feliz y que contra todo pronóstico si uno le pone ganas, fuerza y valor se pueden hacer las cosas de una manera diferente.

Estoy inmensamente feliz de haber vivido esta experiencia, me llevo el mejor de los recuerdos, lo repetiría sin dudarlo. No puedo más que agradecer a las Hermanas la hospitalidad y a cada una de las personas que se han cruzado en mi camino en este viaje porque si hay alguien agradable en este mundo, esa es la gente de Filipinas.

Es hora de volver a mi realidad, pero sin duda lo vivido quedará marcado por siempre.

Por último decir que es una experiencia única e individual. Cada uno aprenderá algo, sacará conclusiones y le cambiará de alguna forma. Porque estas experiencias son tan puras y reales que te hacen cambiar. Y estoy segura qué solo cambias a mejor. Salamat!

 

Experiencia de  Paula

Soy Paula Bermejo, una chica sencilla de 25 años con ganas de conocer las realidades del mundo y aportar mi granito de arena. Soy profesora de educación infantil y primaria en el colegio Mare de Déu del Carme de Tarragona y hace 15 días empecé una aventura que me ha aportado unos aprendizajes enormes que quiero compartir.

Es cierto que todas las aventuras empiezan con un poco de miedo, pero la cosa cambia dependiendo de la gente que te acompaña.
A lo largo de estas dos semanas, he tenido la suerte de descubrir las verdaderas calles de Filipinas y la magia que hay en ellas. Hablo de las «verdaderas calles» porque son estas las que enseñan la realidad de la isla. Aquella realidad que está alejada de las playas de agua transparente, de la limpieza, de las facilidades, del turismo y del consumismo. Hablo de las calles en las que se escuchan niños jugando, risas de fondo y gente trabajando. Hablo de las calles en las que se pueden compartir miradas y sonrisas sinceras y en las que la gente ofrece todo lo que tiene, por poco que sea. El haber estado por estas calles, me ha enseñado que las Hermanas hacen un trabajo enorme y una misión que es imprescindible para mejorar la calidad de vida de las personas que viven allí. Es triste ver gente que pasa hambre, gente que vive en unas condiciones inhumanas, gente que tiene que andar kilómetros para acceder a un río para tener agua o a una ciudad para comprar un mínimo de comida. Es triste ver que el mundo está tan mal repartido y que depende de dónde nacemos, ya estamos predestinados a tener ciertas cosas y a carecer de otras. Compartiendo mis días con los niños y los adolescentes, me he dado cuenta que hay una cosa que aún es más triste. Creo que el hecho de no saber valorar lo que tenemos, el hecho de nunca sentirnos satisfechos y siempre querer aspirar a más es lo que hace que la felicidad que se vive en Filipinas no se ve por países más desarrollados como España. Ahora que vuelvo a mi país, intentaré llevar conmigo un poquito de esta felicidad que me habéis regalado, ya que dicen que la felicidad es contagiosa y aquí me he sentido muy feliz.

No obstante hay realidades que no se pueden disimular y es gracias a las labores de las Hermanas que procuran que estas diferencias se vayan disimulando. Son ellas quiénes hacen lo posible para que todos puedan tener una calidad de vida lo más digna posible y son ellas las personas que permiten que esta felicidad de la isla se vaya contagiando.

Creo que hay cosas que no se pueden reflejar en un papel y esta experiencia es una de esas cosas mágicas que hay que vivir en primera persona para poder entender. Para entender esas sonrisas de complicidad, para entender que hay veces que menos es más y para entender que la vida se mide en momentos.
Me encanta haber podido compartir esta experiencia al lado de las Hermanas y haber aprendido tanto de ellas. A lo largo de estos días, he estado rodeada de 10 personas increíbles que han hecho todo lo posible para hacer que me sintiera bien a lo largo de este voluntariado. Es difícil sentirte como en casa en un lugar que está a muchísimos quilómetros de tus raíces, pero ellas lo han hecho posible. Os doy las gracias a todas y a cada una de vosotras por haber abierto las puertas de vuestro hogar y por haberme enseñado tanto. Os prometo que una parte de vosotras, viajará conmigo siempre.

En mi carta de presentación, hice referencia a una cita bibliográfica de la Madre Teresa de Calcuta que decía «Que nadie se acerque jamás a ti, sin que al irse se sienta mejor y más feliz». Pasados los días, me gustaría decir que yo me he acercado a mucha gente que me ha hecho sentirme mejor y más feliz y espero que mi presencia en Filipinas haya hecho que esta cita se haya convertido en parte de realidad para algunas de las personas con las que me he cruzado, ya que considero que el aprendizaje siempre es compartido.

Hermanas, una vez más, me gustaría daros las gracias por todo y animaros a seguir con vuestra obra. Gracias por haberme demostrado que los cambios son posibles si hay amor y constancia. Por último, gracias por enseñarme que se puede llamar familia a un grupo de personas con las que convives durante dos semanas, ya que desde el día 1, os habéis convertido en mi familia de Filipinas.

Filipinas, gracias por enseñarme tanto.
Compañera de viaje, gracias por sumar una nueva experiencia juntas.
Hermanas, gracias por ser hogar, os llevo conmigo.

Atentamente,

Paula Bermejo