La segunda píldora-testimonio de nuestra H. Olga Olano.
¡Qué curioso! Ayer ya tenía montado mi siguiente capítulo de este compartir y…se voló, no lo guardé. Mi primera reacción fue de rabia, claro. Pero esta mañana, en la que me embargaba una profunda sensación de tristeza, me ha venido una rafaguita de luz: quizá no era eso lo primero que debía deciros.
Esto que me brota es más complicado, pero es lo que hay en mi corazón, y llevo meses aprendiendo a dejarme guiar por él.
Necesito pediros, con toda la humildad del mundo, pero también con mucha seriedad, que seáis cuidadosos/as, que el terreno que pisamos es sagrado, muy sagrado. Y es muy sagrado porque es una tierra sembrada de dolor, del dolor de los inocentes: el dolor de los niños y jóvenes que padecen las atrocidades de “los monstruos”, como ellos les llaman a quienes gestionan las redes de la trata o a los clientes que utilizan sus servicios; el dolor de las familias que sufren la desaparición de sus hijos, el no saber de ellos, el de recobrarlos tan dañados, el de descubrir que han muerto…El dolor de “Mamá Ángel” que ha tenido que desconectarse de sus hijos, sabiendo lo que eso supone para ellos de sensación de abandono y engaño.
Y también otros dolores, como el dolor de quienes sentimos el poco apoyo o la indiferencia por parte de quienes se supone somos cuidadoras/es de la vida, de quienes decimos compartir misión. El dolor de saber que quienes incluso siguen dificultando la obra de Dios tienen acceso a esta “tierra sagrada” y usarán de ese conocimiento como su corazón endurecido les sugiera sin importarles, una vez más, las consecuencias. Hoy no podemos ya decir que no sabemos de qué va esto. Que nadie excuse su irresponsabilidad en el desconocimiento de las consecuencias de lo que hacemos o decimos.
Con todo, no puedo callar. Me quema dentro. Me urge el grito de este Cristo llagado y dolorido, con un rostro nuevo para mí y que requiere todo nuestro cuidado y atención. Sé que muchos de vosotros/as lo acogéis y lo seguiréis haciendo con un corazón bondadoso y colaboráis en la medida de vuestras posibilidades. Mi agradecimiento a cada uno/a.
Dejadme deciros algo más: mi aportación es desde mi compromiso de mujer y de mujer creyente, creyente en el Dios de Jesús de Nazaret y consagrada entusiasmada por el carisma palautiano que invita a liberar, restaurar… cada día más lleno de sentido y de exigencia para mí. Os digo esto porque es algo que me constituye como persona y que por tanto irá brotando en todo mi compartir. No puedo hacerlo de otro modo. Consciente de tantas personas que, sin definirse creyentes, nos dais miles de vueltas al vivir con coherencia desde la bondad que os brota de dentro.
A lo largo de estos meses he leído tantos testimonios de niños que decían “sabíamos que ustedes vendrían, les estábamos esperando, escucharon nuestro grito”. Muchos niños y jóvenes siguen gritando y esperando hoy.
¡Escucha su grito!
Es urgente dar una respuesta. Para ellos el tiempo no se detiene, corre en su contra, en cada momento miles son vejados, torturados…hasta morir. Mientras tú esperas, ellos siguen sufriendo y, estés donde estés, seguro que no muy lejos de ti también se da esta realidad.
Olga Olano, cmt