La H. Mª Carmen Moya se une a la manifestación en contra de la trata de personas. Con su testimonio y con la plegaria. A través de sus recuerdos, podemos conocer un poquito a esa María y a ese José que iba abrigando en medio del infierno de la trata.  

Mi testimonio va a ser breve. Hace más de un año que tengo ahijados que forman parte de la lista de víctimas de la trata, sadismo, etc. perversiones que una no se imagina y que parecen formar parte de una película, pero la realidad supera la ficción.

Digo tengo, porque sus nombres siguen en mi corazón, aunque aquí sean José y María. Y sí, demasiados ángeles en el cielo porque todos los que me asignaron como madrina están ahí en los brazos del Padre, con su madre María, excepto una pequeñina.

Hasta hace poco me quedaba la pequeña María con vida, confío que siga así aunque ya no pueda saber nada de ella, decirle que tiene que aprender a leer, que me siga  imaginando jugando al corro. Que continúe dibujándome como ella me soñaba, corriendo a liberarle de la gente mala. Sigo rezando por ella y velando con Ángel-Marcela sus sueños.

Mi otra ahijada, María, la pequeña filósofa, se hacía muchas preguntas sobre la libertad: “Hay muchas cosas que no consigo olvidar y desconfío de todo, hasta de mi misma. No puedo dejar de pensar en tantos otros que siguen ocultos sufriendo […] ¿Qué se siente ser libre? ¿Podré ser feliz alguna vez? Aún no creo que todo esto sea verdad. Madrina, gracias por aceptar ser mi madrina, me hace bien saber que alguien piensa en mí y no para hacerme daño”. Manifestaba su miedo y sólo tenía un anhelo, que liberaran a un niño al que quería mucho. Rezábamos por eso, manteníamos la esperanza en los mensajes. Y fue liberado pero estaba tan mal que murió. Y al poco, se fue María víctima de la desesperación de otros.

De los niños, José, sólo me llegó el testimonio de su sufrimiento, pero murieron libres, sintiéndose amados. A la vez seguían mal por dentro y por fuera, con mucho miedo. ¿Cómo se puede causar tanto sufrimiento?

No tengo palabras para expresar mi indignación, mi rabia, mi tristeza por tanto dolor. Nadie es dueño de la vida de nadie, y menos de niños y niñas que no se pueden defender.

Doy gracias a Marcela por su entrega, coraje y donación. A las hermanas que la han acompañado en este tiempo, en especial a la H. Olga en estos momentos. Y a todas las hermanas que sostienen la causa más directamente o con su compromiso de oración. También al equipo que lleva la causa.

Sigo rezando, inquietándome, alerta, pidiendo a Dios que proteja a los ángeles de la Guarda en la tierra de estos niños. Que proteja a los que han sido liberados y puedan tener una vida digna y feliz. Que esta causa siga viva, aunque sea en otras manos para que puedan ser liberados más niños y jóvenes, más personas víctimas de la trata. Que todos los ángeles llamados José y María que tenemos en el cielo les guarden de tanto mal.

Mª Carmen Moya Guerrero, CMT

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María Carmen Moya Guerrero – carmelita misionera teresiana. Ha dado sus primeros pasos en la vida religiosa ingresando en la entonces – comúnmente llamada – Provincia de Barcelona. Aun juniora, experimentó la misión en las tierras extranjeras: más de seis años en la fundación de Macarapana-Carúpano (Venezuela).

A la vuelta a España, formó parte de las comunidades en Barcelona, Zaragoza, El Vendrell, Coma-ruga y desde hace cinco años (2015) en San Carlos de la Rápita. Dándose a conocer como mujer de Dios, sensata, entregada, inquieta, misionera. Siempre atenta.

Sus apostolados han sido variados en estos destinos: de tinte social, educativo, acompañamiento formativo. Con preparación en filología, en gestión educativa, liderazgo y en la espiritualidad y carisma palautiano, sigue afrontando los cargos y servicios encomendados.

Actualmente, titular del Colegio cmt en San Carlos de la Rápita y consejera provincial de la Provincia «Francisco Palau».