INTERVENCIÓN DE LA ANIMADORA PROVINCIAL

La tarde del sábado, día 11 de septiembre de 2021, acompañadas por los parroquianos, vecinos de Reus, amigos y varias hermanas de otras comunidades, se celebró una Eucaristía solemne en acción de gracias por la presencia misionera cmt en esta localidad. Agradecimiento y despedida a la comunidad “San José”. No pudo faltar la palabra de la Animadora Provincial, H. Mª del Rosario Pérez Payá. A continuación puedes encontrar el contenido de su intervención durante la homilía en la misa celebrada en la Iglesia Prioral de San Pedro.

“Y VOSOTROS, ¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO?” (Mc 8, 29)

Esta pregunta del Señor a sus discípulos no ha quedado anclada en el pasado sino que es de permanente actualidad. Nuestro Dios es comunión, se comunica y nos capacita para que dialoguemos con él. Además de dirigirnos su palabra, abre nuestros oídos para que le escuchemos. Esta tarde vuelve a interpelarnos a todos los que hemos acudido a esta iglesia prioral de San Pedro para participar en una acción de gracias con sabor a despedida. Después de 142 años de presencia misionera en esta querida ciudad, las Carmelitas Misioneras Teresianas decimos adiós. Por ello, permitidme la licencia de darle a este hecho cierto protagonismo, imaginando que también el Señor, antes de marchar de Reus nos vuelve a preguntar: Y vosotras, hijas de Francisco Palau, ¿quién decís que soy yo?

Podrían contestar a esta interpelación las innumerables hermanas que formaron parte de las tres comunidades CMT que ha habido en esta ciudad:

  • de 1879 a 1952 la comunidad del colegio Sagrado Corazón, el primer colegio religioso femenino en Reus;
  • de 1935 a 1952 la comunidad de la clínica del doctor José María Ibarz;
  • y desde el 17 de junio de 1888 hasta este momento, la comunidad “San José” o Casa Retiro, como se la solía llamar.

De esta tercera comunidad que he mencionado, la comunidad Casa Retiro, que estuvo situada primero en la plaza San Miguel y más tarde, cuando ya se cerró el colegio, en la calle la Fuente, es concretamente de la que nos estamos despidiendo hoy.

Como digo, a lo largo de 142 años, todas las hermanas que han formado parte de estas comunidades han tratado de responder a esta pregunta (¿quién decís que soy yo?) con el testimonio de su vida. Ellas fueron enviadas a Reus para prestar un servicio discreto y plural en diversos campos: la enseñanza, la vela de enfermos a domicilio, la acogida y atención a personas mayores, la asistencia sanitaria en dos clínicas de la ciudad. Seguro que día a día experimentaron lo mismo que el siervo, del que nos habla el profeta Isaías. Porque el Señor fue en todo momento para ellas:

− Aquel que nos abre el oído para escuchar (cf. Is 50, 5). Sin duda, ellas escucharon y estuvieron atentas a las necesidades más urgentes de aquel momento. De hecho, cuando las hermanas llegaron a esta ciudad, las calles aún eran de tierra, sin empedrar. Reus era una ciudad desabastecida de estructuras básicas. Ellas fueron testigos de su progresiva transformación y del paso de una ciudad rural a un importante núcleo urbano e industrial. Escucharon y colaboraron discretamente en la atención de necesidades docentes y sanitarias, no cubiertas en esos momentos por la sociedad civil.

− Fue también el Dios que ayuda; el defensor que está cerca, que salva la vida cuando faltan las fuerzas o cuando nos envuelven redes de muerte (cf Is 50 y Salmo 114). En diversos momentos las hermanas pudieron experimentar que nuestro Dios no es indiferente al sufrimiento humano. No lo fue en el Antiguo Testamento porque escuchó las voces suplicantes; no lo fue el Hijo de Dios, siempre atento a quienes peor lo pasaban; tampoco lo han sido las hermanas, porque sabiéndose discípulas de Jesús y fieles al carisma del fundador han estado cerca de la gente, se han compadecido de los que caían en tristeza y angustia por razón de edad o enfermedad. También ellas han secado muchas lágrimas y han acompañado el caminar, el crecimiento y el envejecimiento de muchas generaciones.

En esta trayectoria centenaria ha habido momentos especiales en los que esta experiencia de la cercanía de Dios y de su poder salvífico, se ha hecho más intensa y evidente. Uno de ellos fue la guerra civil y otro la posguerra. Reus fue uno de esos pocos lugares donde se pudo mantener la presencia comunitaria de las hermanas, concretamente la comunidad de la clínica del doctor Ibarz. Otras hermanas, incluidas las que nacieron en esta ciudad y que buscaron refugio en sus familias durante la contienda, también constituyeron “otro tipo de presencia no institucionalizada pero de efectivo realismo en la memoria histórica”. Como tantos otros lugares del país, Reus se vio envuelta en una espiral de odio y violencia. Las hermanas fueron testigos de persecuciones, muertes, ocupación y destrucción de edificios, incluido el nuestro. Algunas hermanas fueron encarceladas y muchas personas por su condición de creyentes en Jesús corrieron la misma suerte que él: “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días” (Mc 8, 31).

Y como el odio y la muerte no tienen la última palabra, acabada la contienda bélica, las comunidades retomaron su andadura misionera. Movidas por su amor a la Iglesia de rostros concretos y su sentido de pertenencia a la Congregación, con muchos esfuerzos y sacrificios, hicieron posible que el colegio reabriera sus puertas; la Casa Retiro también se reorganizó y siguió atendiendo a personas mayores y a los enfermos de la clínica del doctor Aluja; y la comunidad de la clínica del doctor Ibarz continuó con su labor asistencial. Eran conscientes de que ser testigos de la fe implica ponerse una y otra vez, pase lo que pase, manos a la obra, porque “una fe si no tiene obras está muerta por dentro” (Sant. 2, 17).

En 1952 las CMT fuimos replegando el vuelo por motivos de orden interno y externo: por una parte, relacionados con la reestructuración de fuerzas, personal y servicios, con la imposibilidad de afrontar reparaciones de edificios, dificultades económicas, problemas de salud y defunciones de hermanas; y, por otra parte, relacionados con el auge de otros colegios de gran importancia que garantizaban la educación cristiana en la ciudad. La Congregación, por tanto, decidió mantener solo la presencia de la Casa Retiro y en 1956 la comunidad se trasladó a la calle la Fuente. Hasta la década de los años 90 en esta casa se atendió a personas ancianas, y en los últimos tiempos ha acogido a hermanas mayores y enfermas de nuestro Instituto.

Hoy es un día para agradecerle al Señor, que es compasivo, benigno y justo, su cercanía y ayuda constante y la oportunidad que nos ha brindado de servir a este pueblo. También para agradecer a los diferentes pastores de la Iglesia, a las autoridades civiles y a todos los reusenses su acogida y su colaboración en la misión común.

En nuestra memoria agradecida quedan un sinfín de nombres de hermanas que formaron parte de estas comunidades: Rosa Plana, Carmen Prat, Teresa Bosch, Teresa Bonet, Magdalena Pina, Encarnación Capdevilla, Josefa Castillón, Ramona Soria, Dolores Amorós, Carmen Ulldemolins, Julia Fernández, Tomasa Ciprés… Mª Jesús Echepetelecu, Isabel Mata, Clara Camino, Elvira Diéguez, Encarnación Serna, Mª Ángeles Ramírez, Isabel López, Genoveva Ramos, Erundina Catalá, etc. Un gracias también muy especial para el numeroso grupo de hermanas CMT nacidas en Reus, entre las que se encuentran Concepción Andreu, Teresa Marsal, Antonia Palau y, aún entre nosotras, Mª Carmen Moya. A todas y a todos: un gracias sencillo e infinito.

Y, vosotros, ¿quién decís que soy yo? A la luz de la historia de salvación que han ido entretejiendo las Carmelitas Misioneras Teresianas y el pueblo de Dios en Reus, también hoy creo que podemos responder diciendo:

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, y queremos seguir caminando en tu presencia allá donde vayamos, siempre dispuestas a perder la vida por ti y por el Evangelio.

Reus, 11 de diciembre de 2021
H. Mª del Rosario Pérez Payá, cmt

 

DESCARGA EL TEXTO