Deslumbrados por las luces de Jerusalén, los magos dejaron de ver la estrella que seguían. Luces, pero no la LUZ. Al reencontrarla y dejarse guiar otra vezpor ella, sintieron una inmensa alegría. Aquella luz está en nosotros y entre nosotros. El Dios-con-nosotros sigue siendo la luz siempre presente, en todos nuestros caminos, porque nos ama.
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