En tres años de pontificado, Francisco visitó las periferias más problemáticas del globo. De Sarajevo a Armenia, de Ecuador y Bolivia a Albania o de la Filipinas golpeada por el tifón a Cuba. Estuvo en una África en guerra, a pesar de que los militares franceses se lo desaconsejaron y cruzó todo México a pesar de la desconfianza del gobierno de Peña Nieto, del malhumor de los narcos y de las críticas de Donald Trump. Ahora, el Papa de las periferias visita el corazón de Europa. Éstas son algunas de las claves de su próximo viaje, del 26 al 31 de julio, a Polonia.

Por la senda de Karol Wojtyla

Continuidad discontinua. Una visita a la patria de Juan Pablo II y, más en concreto, a Cracovia, la diócesis que el cardenal Wojtyla rigió durante 14 años (de 1964 a 1978) y marcó con su carisma para siempre. Hoy, Cracovia se ha convertido en meta de peregrinación para miles de personas, que antaño fueron sus Papaboys, y ahora, ya mayores, peregrinan a los lugares del Papa polaco santo. Tras sus huellas peregrinará también Francisco, en una muestra evidente de continuidad discontinua, ante el intento de algunos altos eclesiásticos de contraponer a Wojtyla y Bergoglio, tras haberles fallado la contraposición entre Benedicto y Francisco.
Primera visita a Polonia. Es la primera vez en su vida que Francisco visita la católica Polonia, cuyo modelo eclesial restauracionista y de roca asediada se impuso a toda la Iglesia durante el largo pontificado del Papa Wojtyla. Polonia sigue siendo hoy uno de los países más católicos de Europa, porque su identidad nacional se asienta sobre la fe y la memoria histórica de un pueblo mártir y martirizado por sus vecinos del Oriente y del Occidente. Una Polonia que festeja precisamente los 1.050 años de su propio bautismo, bajo el impacto de la secularización. Los seminarios ya no están tan llenos como antaño y la asistencia a misa disminuye, sobre todo en las grandes ciudades.
El papel de la Iglesia en el país. La pérdida del peso social de la Iglesia católica contrasta con su creciente influencia social de manos del partido nacionalista ultraconservador ‘Ley y Justicia’, que asumió el gobierno en noviembre de 2015, tras ganar las elecciones con mayoría absoluta. En muchas ocasiones, la Iglesia sirve de correa de transmisión al Gobierno y éste apoya las demandas de la institución eclesial. Esta connivencia no es del agrado de Francisco, que seguramente reprochará, directa o indirectamente, al presidente Kaczynski sus escasas políticas sociales en pro de los descartados y su rechazo a la acogida de refugiados.
Ante el episcopado más conservador. Francisco se va a encontrar también en Polonia con uno de los episcopados más conservadores de Europa, aferrado al modelo eclesial involutivo de su icono wojtyliano y sumamente reacio a subirse al carro de la primavera del Papa Bergoglio. Además de las discrepancias sobre la aplicación del Sínodo y sobre la Amoris laetitia, a los jerarcas polacos, acostumbrados a un estilo de vida principesco, les cuesta asumir vitalmente la austeridad que predica el Papa y la apuesta por una Iglesia hospital de campaña más que aduana.
Visita silenciosa a Auschwitz. Otra clave del viaje a Polonia es la visita papal al campo de exterminio de Auschwitz, donde Jorge Bergoglio pedirá al Señor «la gracia de las lágrimas». Una visita que Francisco quiere que transcurra en silencio orante, única clave de acercamiento al silencio de Dios ante el mal inocente. Será la tercera visita de un Papa a este icono de la maldad humana, 37 años después de Juan Pablo II (7 de junio de 1979) y 10 años después de la de Benedicto XVI (28 de mayo de 2006).
Los ‘Papabpoys’ de Francisco. El núcleo de la visita papal será el encuentro con los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud, en clave de misericordia, el distintivo de Francisco para la Iglesia. Están inscritos oficialmente cerca de medio millón, pero las autoridades polacas esperan cerca de los dos millones de jóvenes en torno al Papa. Son los Papaboys de la primavera de Francisco, a los que, sin duda, invitará a «armar lío» y «jugársela por Dios y por el Reino». Millones de jóvenes en busca de autenticidad y seducidos por la figura icónica de un Papa global y que arrastra por su humildad, sencillez, carisma y autenticidad. Un Papa joven de 79 años. El Papa del que presumen los jóvenes y que, en tres años, ha conseguido convertir a la Iglesia en una institución seductora. Un orgullo de Papa

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