El 26 de mayo de 2020, en la comunidad San José de Palencia, entregó su alma al Padre nuestra Hermana Diodora Carro Izquierdo.
Un recorrido por su vida
La Hna. Diodora nació el 25 de mayo de 1935, en Tordehumos, un pueblecito de Valladolid. En la familia eran dos varones y tres mujeres. A la edad de tres años perdió a su madre, siendo su hermana mayor la que cogiese las riendas de la casa ayudada por su padre que se volcó en el cuidado y educación de sus hijos y se mantuvo viudo. Hombre recto, responsable y cristiano. De él sacaría Dora muchas de estas cualidades, además de un sinfín de anécdotas que contaba de él así como de la convivencia familiar con sus hermanos, que ella refería cuando se hablaba de cosas de la vida familiar. El ingreso de su Hermana mayor como pasionista de clausura, la marcó mucho porque muy joven tuvo que hacerse cargo de la casa y asumir tareas y responsabilidades, en tiempos precarios, que formarían su carácter recio, austero y sobrio.
Aunque sentía la vocación religiosa, desde la marcha de su hermana Aquilina, no lo manifestó por ser la que llevaba la casa. Contaba 29 años cuando se presentó en las Carmelitas Misioneras Teresianas que acababan de llegar a Palencia, para formalizar su ingreso y realizar por fin su opción por Jesús y lo hizo acompañada de su padre.
Profesó en la Casa Madre, Tarragona, 14 de mayo de 1967. Realizó sus estudios de enfermería en Alicante donde formó parte de la comunidad el Perpetuo Socorro. Testimonio de entrega, cuidado y servicio amoroso a los enfermos de los diferentes Hospitales en los que prestó sus servicios.
De 1982 a 1988 asumió el encargo de Superiora provincial de la provincia de San Alberto, Madrid, y en 1992 formó parte del Consejo General de la Congregación durante seis años. Desde 1999 la podemos situar en las comunidades de Madrid, Desierto de las Palmas, Palencia, Valls, Amposta y Palencia donde permaneció durante cinco años. Todas las comunidades son testigos de su entrega al cuerpo doliente de la Iglesia y de su cercanía y religiosidad profunda.
Mujer de lenguaje distinguido y fino, con un vocabulario exquisito que le daba un aire singular. Además de ser una persona entera, fuerte, noble, coherente, veraz, de quien uno se puede fiar; era trabajadora servicial disponible, ESCOGIENDO SIEMPRE LO ÚLTIMO Y LO PEOR. Supo cultivar una sana ascesis que la liberó de necesidades personales. Cultivó la pobreza y supo vivir pobremente.
En su vida se traslucía la fidelidad a Dios, atenta a lo que Él la pedía y preocupada por darle más y con más Amor. Muy amante de la Virgen que para ella era su madre, y modelo a seguir.
Hna. Dora ha dejado en nuestro corazón un profundo sentimiento de dolor, de gratitud y de acción de gracias. Se puede decir que ha vivido su compromiso religioso con elegancia. Profesando un amor especial a la Congregación y un gran respeto a los superiores que reflejaba en sus palabras de gratitud hacia ellos. Fue una persona íntegra en honradez y rectitud.
Nuestra Hna. Dora ha coronado su obra en este mundo. Ha escuchado la llamada del Padre y se ha ido con Él. Su tiempo de lucha, esfuerzo y espera han quedado atrás. Ahora es llegado el tiempo del goce pleno en compañía de su Padre y Creador.