Breve recorrido por su historia
La hermana Elisabeth nació en Galdácano (Vizcaya) el 11 de diciembre de 1932.
Muy joven sintió y expresó el deseo de ser religiosa y con 19 años entró a formar parte de nuestra familia. Hizo el postulantado en Amorebieta y el noviciado en Tarragona. Profesó el 15 de mayo de 1954 en Tarragona.
Amante del silencio y de la contemplación, como María, nuestra Madre del Cielo, de la que era muy devota, los cuales cultivó con la oración y la lectura de las Sagradas Escrituras, los santos del Carmelo y otros autores como Rabindranaz Tagore, Tomas Merthon, Anselm Grun, Victor Frankl, José María Pemán, etc.
“Lo que venga de tus complacientes manos eso tomo. Nada más pido” esta frase de Tagore, en su libro “El jardinero” uno de los preferidos de nuestra hermana, podría resumir toda su vida. Pues lo único que procuró en su vida fue acoger lo que Dios ponía en su camino.
Comentaba que desde jovencita -leyendo El Principito- descubrió que: “lo esencial es invisible a los ojos” y cuando Dios la llamó a seguirle, ella enamorada de Él, procuró hacer del Amor a Dios, al silencio y a la adoración, el centro de su existencia.
Se entregó a Él y a los hermanos en la bella misión de la educación y de la catequesis y en el contacto con cuantos a ella se acercaron… enseñando: doctrina, conocimientos… ciertamente, a sus alumnos de nuestros colegios de San Carlos de la Rápita, Colonia Güell, Novelda, Callosa de Segura, Alcalá de Chisvert, Amposta… pero sobretodo educando a “ser lo que estamos llamados a ser” “comunión”, “espejo” que refleja lo que llevamos dentro, como dice nuestro Fundador.
En el 2003 vino destinada a esta casa de Palencia Residencia, donde atendía muy bien a todo el mundo en la portería, se caracterizaba por su amabilidad y simpatía, hasta hace unos meses en que la enfermedad se hizo presente en ella de manera muy notable. La última etapa no fue nada fácil, la debilidad, las limitaciones, la dependencia cada día mayor, han sido causa de sufrimiento para ella. No obstante, sufrió con fortaleza y en silencio. En su relación con todos le gustaba escuchar y compartir sus vivencias, ha sido una persona de paz, comprensiva, ordenada, limpia, siempre dispuesta y de pequeños detalles, hasta el último momento.
No hace mucho ya enferma, estando juntas leyendo uno de sus libros preferidos, me pidió que le leyera este número, dice así: “Amor, mi corazón arde largos días y noches por encontrarte: un encuentro que es como la muerte devoradora de todo. Arrebátame como una tormenta; toma todo lo que tengo; descerraja mi noche y roba mis sueños. Húrtame de mi mundo. En esta devastación, en la total desnudez de espíritu, deja que seamos UNO EN BELLEZA. ¡Ay qué vano es mi deseo! ¿Dónde ha de estar la esperanza de unión, salvo en ti, Dios mío?”… deseaba ardientemente encontrarse con su Amado y éste no se hizo esperar.
Damos gracias a Dios por nuestra hermana Elisabeth, por el regalo de su vida, por cuanto ha significado para todos nosotros, para la Congregación y para la Iglesia.Y nos encomendamos también a ella, para que nos siga ayudando en nuestra vida de cada día para que como ella dejemos a Dios que se exprese a través de nosotras.