Nació en Arbeca (Lleida) el 22 de octubre de 1927. Comenzó su camino en la vida religiosa en Tarragona el año 1948. El 7 de marzo de 1950 hizo su profesión religiosa.
Su primer destino fue San Carlos de la Rápita, el 20 de abril de 1950, su misión fue la de ser parvulista, tarea que desempeñó con gran dedicación y por la que todo el pueblo la recuerda. Fue destinada en 1975, veinticinco años después, a Paterna. En 1993, desde la comunidad de Novelda, volvió de nuevo a San Carlos de la Rápita y cuentan la anécdota de que cuando se le dio el destino dijo: “Jo a La Ràpita, aniria a peu” (Yo a la Rápita, iría a pié). De nuevo, en cuerpo y alma se dedicó a los alumnos y alumnas más pequeños del colegio.
Este es el testimonio que en la Eucaristía de funeral nos dejan sus alumnas: «Seguramente que si pudiésemos leer el pensamiento de todas las que nos hemos reunido aquí, en la Iglesia, para la despedida de la hermana Dolores, retrocederíamos a nuestra infancia, cuando tantas y tantas horas pasamos con esta mujer tan y tan especial, que vivía dedicada un gran parte de las horas del día a “les seues xiquetes”; así es como ella nos llamaba a todas las que estábamos a su alrededor, preocupándose por todo y dándonos tanto cariño que a nosotros nos parecía que la hermana Dolores era de nuestra familia, todo un referente para el colegio. Su ternura nos llegaba al corazón y seguro que todas tenemos una anécdota de una día determinado, que hace que la guardemos para siempre como uno de los mejores recuerdos. Hermana Dolores, como a partir de ahora tu hogar ya está en el cielo, como no podría ser de otra manera, el mensaje de todas “les teues xiquetes” es que nos guíes desde ahí arriba para siempre y que descanses en la Paz del Señor.»
La comunidad, junto con todo el pueblo, da gracias al Señor por la vida de la H. Mª Dolores; por la esperanza, la confianza y el amor de haber compartido con ella nuestra vida y nuestra misión. Ella ha sido para todos testimonio del amor de Dios y ha servido a todas las rapitencas (les seues xiquetes) y rapitenses, creando relaciones, como diría el Padre Palau, y tejiendo redes entre todos. Ella intercede por nosotros y nos mira ya desde el cielo, junto a Santa María de la Rápita, con su entrañable sonrisa.