Hna. Mª Puy Sanz de Acedo nació en Etayo, un pueblecito de Navarra, donde todos se conocían. Se estrenaba el año 1932 cuando en el hogar que formaron  Eduardo y María llegó una hermosa niña, que por ser de padres piadosos la pusieron bajo el patrocinio de la Virgen del Puy, patrona de Estella. Luego llegarían el resto de hermanos: tres niños y cuatro niñas. En esta familia de profunda fe cristiana la práctica de la caridad era lo más ordinario y Mª Puy bebió  desde la cuna la fe del hogar familiar.  Prueba de ello es que todas las hermanas fueron religiosas. Mª Puy fue la primera en seguir a Jesús como Carmelita Misionera Teresiana, más tarde lo harían dos hermanas más en la misma Congregación, la cuarta fue Hija de la Caridad siguiendo los pasos de una tía.

Tenía 26 años cuando ingreso en la Congregación, lo hizo en Tarragona Casa-Madre de las hijas del Padre Palau, allí inició y culminó las etapas de postulantado, noviciado y primera profesión en mayo de 1960.

Pronto fue enviada a Italia donde pasó la mayor parte de su vida religiosa. Primero en Roma, Casa General, y luego  en la Cínica Marco Polo donde desplego una gran labor  tanto sanitaria como de animadora local por varios trienios. Su talante, su simpatía, su buen trato, su religiosidad, atraía a quienes la trataban. También las hermanas que formaron comunidad con ella valoran sus cualidades para crear unidad y fraternidad. La recuerdan pulcra, hacendosa, acogedora, alegre,… siempre dispuesta a contentar a las hermanas con pequeños detalles y sorpresas.

En 1988 fue enviada a Pisa- Barbaricina, donde desarrolló una misión sociosanitaria admirable. Fiel al carisma palautiano de servir a la Iglesia de rostros concretos, se dedicó a visitar a enfermos,  personas mayores y necesitadas para ello no dudo en aprender a manejar la bicicleta y se la veía por las calles y casas haciendo servicios a personas que estaban impedidas o limitadas, esto fue causa de ser  muy conocida y querida por todos.

Ya jubilada volvió a España. Su salud comenzó pronto a resentirse, sobre todo en el aspecto cognitivo. El deterioro avanzaba con rapidez. De Paterna fue a las Moradas, en Palencia, y de allí a la residencia san José para recibir los cuidados necesarios. El deterioro físico y psíquico se fue acelerando y durante años estuvo completamente asistida y en una silla especial pero continuamente acompañada con la presencia de las hermanas, que la hacían partícipe de todos los encuentros fraternos, de los que ella, a pesar de su enfermedad, se sentía parte.

Su familia siempre estuvo pendiente de ella, la visitaban todos los hermanos, sus hermanas religiosas la visitaban en toda ocasión hablándole, contándole anécdotas de la infancia, hablándole al teléfono para que escuchara su voz, etc.

Finalmente su vida se fue apagando con lentitud, con mucha lentitud. Y se marchó sin ruido, sin advertirlo, como se termina el cauce de un rio en la época estival. Libre de toda atadura temporal vive para siempre junto a Dios que amó y sirvió en los hermanos.

La comunidad de San José de Palencia le acompañó hasta que entregó su alma a Dios el 9 de abril del 2022. Descanse en Paz.