En el marco diseñado por la Iglesia, el de una particular sensibilización ecológica de los cristianos, una reflexión que se hace boceto de algunas consecuencias de ello en lo espiritual, en lo relacional. Manoli Delgado invita a superar lo que suele venirnos a la mente cuando oímos la palabra «ecología». Y a vivir en coherencia, en armonía: sanando los corazones…
“Todo está relacionado, y el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás» (LS, 70). En una comunión gozosa, nos dice el papa en su mensaje para el Tiempo de la creación 2020, nos apoyamos y nos protegemos mutuamente.
Cuando cultivamos una comunicación profunda y transparente, se produce el milagro de una mejor comprensión mutua; nace una inesperada creatividad que nos lleva, ante una encrucijada, a responder con una tercera alternativa en la que todos ganamos. Somos hermanos, habitantes de la misma casa común… La comunión destruye el pervertidor esquema competitivo, en el cual hay “lógicamente” perdedores y ganadores. Ese talante competitivo es uno de los mecanismos culpables del desequilibrio ecológico que padecemos.
Nuestra relación con la creación no ha sido pacífica, justa, generosa… Nuestra atención a la casa común, a través de décadas, ha sido guiada predominantemente por un yo tiranizado por su ansiedad incontrolada. Sufre la naturaleza, sufre cada criatura, sufre la humanidad. A veces parece que el caos vuelve a adueñarse del universo.
Y nacen preguntas y desafíos. ¿Mi estilo de vida corresponde a una amante de la creación…, como me ha pedido el mismo Dios Padre Creador? ¿Qué paso puedo dar?
El orden que aparece al exterior nos habla de un orden interior que es su fuente, su secreto más transparente. Ocúpate, nos dice Francisco Palau, ocúpate en adquirir ese orden interior. Busca tu verdad, tu lugar en el mundo. Ordena tus fuerzas a lo que merece la pena. La consciencia ecológica no puede ser una moda o una ideología en cierto modo superficial. Estas orientaciones que Palau ofreció a Juana Gratias en otro contexto, dirigen nuestro afán ecológico a la raíz de nuestro ser para involucrarnos desde las entrañas; de igual modo nos lo pide el papa en este Tiempo de la Creación.
En el silencio, una voz me revela que soy parte de la solución a la degradación de nuestra casa común, porque estoy conectada con todas las criaturas. Con ellas soy digna y bella. Con ellas, contradictoria. Como ellas, caótica y armónica. Inmensamente querida, amada, por quien me dio la vida. Creación bendita salida de las manos amorosas de Dios, eternamente creador. El dejó en todo su huella… Cada uno de nosotros deja la suya. ¿Qué huella quiere Dios que yo deje en mi camino…?
¿No decían de Atila que la hierba no crecía después de su paso…? Triste retrato, mil veces repetido en la historia.
¿No decían de Teresa Mira que su sonrisa dejaba rastros de esperanza en las personas, en las situaciones…? Feliz retrato de una auténtica mujer de fe, mil veces repetido en muchas hermanas suyas, hijas del padre Palau. ¿Te acuerdas de esa hermana para quien no había alumno “descartable”? Milagro ecológico: creer en cada persona y orientarla a que crea en sí misma. ¿Recuerdas a aquella otra hermana que con gran fe infundía esperanza en los enfermos a los que consolaba? Ecología restauradora que conoce el valor terapéutico de la cercanía en la adversidad. ¿Y aquella comunidad que en medio de la escasez aprendió a reír y a compartir sin medida…? Ecología de la generosidad, convencida de que hay más alegría en dar que en recibir…
El amor nos hace caminar, desde dentro, en un espíritu ecológico que deja a nuestro paso huellas de luz. Huellas de impacto positivo. Frutos duraderos.
El orden interior que me conviene, y conviene al equilibrio ecológico mundial, repercute hoy mismo en nuestro mundo con un impacto de amor. Estar enamorada de la tierra me prepara para poder ser su custodia.
Contemplación, sencillez, generosidad, para no acaparar más de lo que necesito. Para no destruir inútilmente. Para cruzar mi camino con otros, valorarlos, y descubrir, juntos, terceras alternativas, aquellas que benefician a todos.
Jesús nos recordó la belleza de la cosecha de mil granos de trigo; son espigas, dijo Él, nacidas de granos enterrados y muertos, son su fruto. Esta es siempre la tercera alternativa, en cualquier momento de nuestra vida, en cualquier limitación. Mirando a Jesús volvemos a creer en la fecundidad de una cosecha comunitaria. Todos fuimos invitados, nadie sobra. Cada uno ha traído lo mejor de sí. Para ser felices no ha hecho falta talar mil árboles ni pisar a nadie. Escucha, humildad, progreso, donación, misericordia… Todos ganamos en la lógica del equilibrio ecológico, que exige dar la vida como Jesús.
La fe, la esperanza y la caridad, (dice Francisco Palau a Juana Gratias…) “unen la criatura con el Criador, al espíritu del hombre con su Dios, al alma con el Verbo de Dios. Y esta unión sagrada es la que has de buscar, tener y poseer, porque en ella está la vida, la salud y la fuerza espiritual, y de ella proceden todas las demás innumerables virtudes. Dejándonos de teorías, vamos a lo que a ti prácticamente te conviene y toca”.
“Curando el corazón humano se puede curar el mundo”, nos ha recordado el papa, el pasado 3 de septiembre.
Bien, Padre Palau, papa Francisco, gracias. Dejándonos de teorías…
H. Manoli Delgado, cmt
H. Manuela Delgado Pérez – carmelita misionera teresiana.
Es parte de la comunidad cmt presente en la Fundación diocesana San José Obrero, Orihuela.
Allí comparte su vida cotidiana con las hermanas, y el personal del Centro, atendiendo a los niños y jóvenes que se benefician de esta Fundación, acogedora de menores en riesgo. Con ellos aprende cada día un poco más sobre el milagro de la vida y del amor.
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