Llega el 20 del mes y Aleksandra nos comparte una nueva reflexión sobre el epistolario palautiano. Perfecta para sumergirnos en el tema y renovar el corazón y la vida. Para crecer. Para compartir con los que amas.
ESCUELA PALAUTIANA DE LA VIDA: CARTA 37
¿Hace falta mucho para madurar espiritualmente? ¿Qué se necesita para crecer en el amor? ¿Tengo que dedicar mi tiempo sólo a la oración y a la meditación? ¿Qué se necesita para vivir como se debe?
Sólo hay un amor, pero dos objetos, dos maneras de amar. Algunas personas piensan que no es posible amar a Dios y amar a otra persona. Dividen el mundo en dos: los que aman a Dios (como religiosos, sacerdotes) y los que aman a las personas (matrimonios, solteros comprometidos, etc.) Y exigen cosas distintas a estos dos grupos: los que aman a Dios necesitan pasar horas en oración, en las iglesias, capillas, cantando salmos, rezando rosarios y novenas, y los que aman a las personas necesitan hacer cosas buenas por los demás.
Para Francisco Palau, no existe tal división. Sólo hay un amor que produce dos efectos (operaciones, acciones) diferentes en el corazón del ser humano. La primera operación se realiza cuando una persona decide dedicar tiempo y esfuerzo a su relación con Dios. Ocurre no sólo en los momentos de oración y meditación, sino que consiste en la conciencia constante de la presencia de Dios en quien «vivimos, nos movemos, existimos». Es tan sencillo como pensar siempre en una persona a la que amamos, sin ni siquiera procurarlo: simplemente sucede. Podemos intentar crecer en ello mediante «aspiraciones y jaculatorias» (breves exclamaciones espontáneas que traen a Dios a nuestra conciencia). Este primer movimiento es muy necesario para que el amor madure. Sin él, los frutos de caridad que cultivemos en las obras externas estarán inmaduros, es decir, hablarán más de nosotros mismos, de nuestras propias necesidades, de nuestras propias intenciones, de nuestras propias motivaciones, que del amor de Dios que pretendemos llevar. Es así porque en la oración, además de encontrarnos con Dios, nos encontramos también con nosotros mismos, descubrimos lo más profundo de nuestro propio corazón, de nuestros sueños y aspiraciones vitales; nos hacemos más conscientes de lo que realmente decimos cuando decimos «te quiero». Y este amor necesita pasar por momentos de prueba. Sin él, seguirá siendo una ilusión, un deseo, pura imaginación. Seguiremos pensando, por ejemplo, que somos muy pacientes y misericordiosos, pero en cuanto nos encontramos con alguien que pone a prueba nuestra paciencia, estallamos en cólera. La vida real es un lugar donde la pureza de nuestro amor se verifica, donde tiene la oportunidad de crecer y madurar.
Otro factor necesario que nos hace «espiritualmente maduros» es la abnegación, la pobreza y el desapego. La verdad es que a ninguno de nosotros nos gusta la inestabilidad. Preferimos tener las cosas claras, saber adónde ir y qué hacer. Las cosas nuevas nos hacen sentir inseguros. Esto sucede porque construimos nuestra vida espiritual sobre seguridades externas, sobre nuestros horarios, cargos, obligaciones, responsabilidades, roles sociales, etc. Cuando faltan, todo se derrumba. Francisco Palau enseña que hace falta mucha abnegación para vivir colgados sólo de las promesas de Dios. Nos gusta apresurar las cosas para encontrar un buen lugar donde vivir estables y cómodos, pero eso significa que nuestro amor aún no está maduro, que aún necesitamos aprender.
Al final, sólo hace falta una cosa: escuchar la voz de Dios y ordenar nuestra vida según sus exigencias y su voluntad. Ni más ni menos.
A Juana Gratias: Ibiza
Es Cubells (Ibiza), 6 junio de 1857
J. M. J.
1. Hermana en Cristo carísima: Esta es la marcha interior y exterior de tu espíritu marcada por la obediencia.
Marcha Interior. Toda la perfección cristiana está basada sobre la caridad. Todas las virtudes divinas, humanas, infusas y adquiridas, teologales, morales e intelectuales de parte tuya, y todas las gracias, dones y auxilios espirituales administrados por mano de Dios y de los ángeles y de los hombres tiende todo y se encamina a que la caridad haga en ti su curso.
La caridad tiene dos actos, prorrumpe en el alma en dos operaciones: primera, une el alma con Dios. Segunda, unida con Dios, la dedica al bien de los prójimos.
2. Primera operación: consiste ésta en que tu voluntad sea en todas las cosas, en acciones, en pensamientos y palabras, conforme a la de Dios, de manera que no seas tú la que quieras o no quieras sino Dios en ti, Dios contigo y Dios por ti. Esta operación de la caridad subyuga las pasiones y las domina y ordena; y con las pasiones el corazón; excluye al mundo y sus delirios, extravagancias, sus vanidades; vence al demonio, los caprichos, sus sugestiones y destruye del alma todo pecado sea grave o leve y toda imperfección voluntaria y estudiada.
Esta unión práctica diviniza el corazón y el alma y se labra y robustece y crece toda la vida con actos de fe, esperanza y caridad acompañados de las obras y acciones exteriores que sean ordenadas por Dios. Y esta labor, este trabajo interior se obra en la meditación y oración mental y en la presencia, en cuanto posible, continua de Dios y en el uso de las aspiraciones y jaculatorias. Esta unión produce la segunda y es el amor a los prójimos.
3. Segunda operación de la caridad: Amor a los prójimos. Unida el alma con Dios por amor, la caridad auxiliada de todas las virtudes y de las gracias y dones del Espíritu Santo, obra en el alma el amor a los prójimos. Obra, digo, y le ordena y, ordenadas todas las fuerzas y virtudes del alma al bien de los otros, ese amor ordenado produce con suavidad frutos maduros y dulces y saludables.
El amor de los prójimos antes de prorrumpir en obras, ha de existir, se ha de ordenar y adquirir. Y si no es él, si no está ordenado, las obras salen como frutas verdes, y da por resultado la temeridad, la indiscreción, la precipitación, y agita, turba e inquieta el alma y la fatiga y quita de su reposo.
4. El exterior en armonía con el interior. Como en el orden natural se siembran las plantas, se riegan y se cultivan, y éstas crecen en medio de una vicisitud continua de tiempo, así en el orden moral se siembra, se cultiva la caridad en el alma y crece en medio de una vicisitud continua y de agitaciones exteriores. La obra de la caridad a su tiempo y a su día, por las obras si Dios lo quiere, allanará obstáculos y ofrecerá medios y si no éstos aumentarán y serán estorbo. Para establecerse, se han de consultar las circunstancias de las personas, del país y otras muchas cosas; y para fijarse provisionalmente no hay más que la obediencia.
5. Consultadas todas las circunstancias, yo creo ser orden y voluntad de Dios que te fijes en Gramat o Rocamadour o alrededores, con forma de vida provisional.
Esto lo tengo ya consultado suficientemente a Dios, pero en cuanto a establecerte allí con forma de vida estable, esto no lo tengo resuelto aún. No obstante, si la providencia te ofrece local y medios, acéptalos, edifica y obra sin esperar contestación ni consulta alguna, pues ésta será la señal de la voluntad de Dios.
6. Como la una no es segura y la otra sí, vamos a la forma provisional. Conténtate con ella porque es buena y conforme a la voluntad de Dios y tiene como la otra sus ventajas e inconvenientes.
Tiene de bueno que presenta al espíritu abandonado de todo lo material y desprendido de él: sin tierra ni casa ni ciudad ni pueblo. A semejanza de Cristo y sus apóstoles, presenta un estado de abnegación exterior y de pobreza absoluta y pone al espíritu en la necesidad de fomentar el renunciamiento y desprecio del mundo y de todas sus riquezas y tesoros, bienes y posesiones.
7. El establecerse edificando en terreno propio, trae compromisos, ligamentos, mayor cuidado y solicitud, pero en cambio es una salvaguarda delante del mundo y de los maliciosos y hace al espíritu estable en su forma exterior; y la estabilidad exterior ayuda al interior, por cuanto le hace deponer las armas de la mano y deja descansar. Aún este mismo reposo y esta misma estabilidad exterior podría ser perniciosa si se creyera necesaria porque haría descansar el edificio espiritual sobre el deleznable y frágil cimiento de la materia; y el edificio éste descansa sólidamente y únicamente en la caridad, el renunciamiento, la abnegación; y la pobreza exterior producen siempre y ayudan admirablemente a la abnegación interior y por esto Jesucristo la mandó practicar a sus apóstoles y quiso que su Iglesia fuese fundada arriba y no abajo; y por esto la hizo en sus principios mendicante, independiente de la tierra y sus posesiones, y exigió de sus apóstoles esta abnegación exterior. Fundóse sin casa, sin local, sin dinero, sin protección material, en medio de una horrible persecución; y esta abnegación exterior ayudó a los primitivos para la interior.
8. Establecerse, edificando casa, conviene para quien está ya perfecto en la abnegación interior y para otros muchos fines y objetos. Puesto que la providencia por sus altos designios te ha dejado sin casa ni tierra, ni dinero, ya que te ofrece este medio será sin duda para que en este tiempo se continúe labrando en el interior la abnegación perfecta, y cuando sea su voluntad dispondrá otra cosa.
Lo demás te lo diré a su tiempo y en la necesidad.
Fr. Francisco de Jesús María José