Navidad es hacer espacio a Jesús que viene. Dios nos invita continuamente a abrir el corazón a su presencia. Nuestra libertad puede rechazarlo o acogerlo. Hacer espacio a Jesús es la llave de nuestra salvación. Pero este hacer espacio a Jesús pasa por el cuidado de nuestra relación con las hermanas, por la acogida del otro como persona, por construir con los demás relaciones sanas. A cada una de nosotras, a cada persona, se nos pide un gesto de acogida y abandono: se nos invita a confiar en Alguien que está conduciendo nuestra vida y que nos invita a darnos cada vez más. Navidad es acoger la luz que se nos regala en Jesús y levantarnos, como nos invita Isaías: “Levántate, resplandece, que ha llegado tu luz, la gloria de Dios brilla sobre ti” (Is 60,1). Resplandece, hermana, revístete de esa luz y sé tú misma luz para los demás. No tengamos miedo, la luz de Jesús es mucho más potente que nuestras tinieblas.

Os invito en estos días a contemplar el misterio de la Navidad tal como nos indica el Papa Francisco: “Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce el ocaso”.

Esperemos con María la llegada de Jesús. Acojamos con ternura su presencia en nuestra vida. Abracémosle y dejémonos abrazar por Él. Seguro que nuestro corazón se llena de paz, de alegría y de luz.

Hna. Olga Olano

Superiora Provincial – CMT