Lugar entrañable, espacio sagrado para cuantos nos adentramos en la vida de Francisco Palau, recinto santo de peregrinación y encuentro, de silencio y oración, de acogida y vivencia fraterna, desde la soledad y contemplación de la naturaleza.  Allí nos encontramos con Francisco, en silencio agradecido por el don de su vida, experiencia de amor a la Iglesia, su cosa amada…

Una vida orientada por el amor, amor encarnado en la Iglesia, no en abstracto sino representada en rostros concretos.

En el marco del 150 Aniversario de su Encuentro definitivo con la Amada, nos encontramos con Francisco en su experiencia de búsqueda.

En este contexto integramos fragmentos de Mis Relaciones, “diario espiritual” en el que Francisco dialoga con la Iglesia una mañana del 28 de marzo de 1867, en Es Vedrá.

Texto:

Vedrá, marzo

La mañana del 28 (1867)

  • Amada mía, Iglesia santa, voy a contarte mi historia…

Dios, al criar mi corazón, sopló en él, y su soplo fue una ley que le impuso, y esa ley me dice “Amarás”. Mi corazón fue fabricado para amar y ser amado, y sólo vive de amor.

Yo no conocía este enigma. Yo no tenía de ti la más remota noticia, no te conocía, no sabía existieras, ni que fuera posible relacionarme contigo…

Mi corazón, semejante a una débil barquichuela, había extendido sus velas desde la niñez, y agitado por todos los vientos opuestos, carecía de dirección… Pasé mi niñez sin conocerte. Y al desplegar sus alas la mocedad, aumentó la pasión, y, por consiguiente, el tormento. ¡Qué infeliz era yo sin ti! Se hacía sentir en el corazón un vacío inmenso. Faltabas tú en él.

Yo, aunque muy en obscuras, te buscaba a ti. Estaba persuadido de que sólo una belleza infinita podía saciar mi corazón.

¿Dónde estabas entonces? ¡Ah, estabas tan cerca y yo no lo sabía! ¡Estabas dentro de mí mismo, y yo te buscaba tan lejos!

Por fin, pasados cuarenta años en busca de ti, te hallé. Te hallé porque tú me saliste al encuentro. Te hallé porque tú te diste a conocer.

Tú eres la Iglesia, Dios y los prójimos… ese fue el gran descubrimiento, la gran revelación. Amar a Dios y a los hermanos…

Así la barquichuela de mi vida navegó con rumbo y horizonte…  (De Mis relaciones – fragmentos adaptados)