Compartimos en nuestra web la entrevista publicada en el libro “Conversaciones con mujeres” (Converses amb dones) de la escritora Aurora Tricuera Oller y que ha traducido del catalán la hna. Antonieta Manasach.
La entrevistada es la hna. Visitación Trigueros Roldán, nacida en Autillo del Pino (Palencia) hace casi 90 años y Carmelita Misionera Teresiana desde 1948. Ha vivido en Argentina más de tres décadas, dedicada a anunciar la Buena Noticia del Evangelio en el ámbito de la docencia y desde 1990 reside en Barcelona.
En España también ha llevado a cabo distintos servicios apostólicos con una entrega y entusiasmo tales, que ni la edad ni las limitaciones de salud son capaces de ir apagando. Ella sigue ahí, en Barcelona, escuchando y aconsejando; atenta a lo que pasa a su alrededor y en el mundo entero, consciente de que la oración de intercesión forma parte de la misión que Dios le ha encomendado de una forma especial en esta etapa de su vida.
La hna. Visitación es una enamorada de la literatura. Desde hace años un problema en la vista le impide leer, pero gracias a la ONCE puede seguir disfrutando del placer que le proporcionan los audio-libros. Esta afición, además, la comparte con sus hermanas de comunidad.
Os dejamos ya con la entrevista realizada por Aurora Tricuera.
[Visitación Trigueros] forma parte de la gran familia carmelitana, concretamente, de la Congregación de las Carmelitas Misioneras Teresianas
.- De la misma manera que santa Teresa reformó la orden y pasaron a llamarse carmelitas Descalzas como un símbolo, porque se libra de todo lo superfluo, nuestro fundador, Francisco de Jesús María y José, quiso que saliéramos al mundo. Era carmelita y se dio cuenta de que había monjas de clausura muy fervorosas y muy austeras, pero pensó que también las tenía que haber de vida activa, de vida misionera. Que oraran pero que también trabajaran de cara al mundo.
El beato Francisco Palau y Quer nacido en 1811 en Aitona (Lleida), fundó las Carmelitas Misioneras Teresianas en 1860. La hermana Visitación lo define como un enamorado de la Iglesia que, a pesar de tener el espíritu carmelitano contemplativo de santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, quería que sus carmelitas sirvieran la Iglesia allí donde las pudiera necesitar.
.- Nuestras hermanas ayudan a mujeres maltratadas, trabajan en clínicas y hospitales cuidando enfermos de todo tipo; en colegios, dedicadas a Ia enseñanza; en barrios marginales ayudando a las personas más necesitadas, a gente que no tiene donde dormir, que no tiene ni para comer. Se puede decir que están trabajando en todos los ámbitos
La tarea de la hermana Visitación siempre ha sido la docencia. Guarda un inolvidable recuerdo de su estancia en Argentina, a donde fue cuando apenas hacía un año que había profesado.
.- Me excedí un poco trabajando y recuerdo que sufrí una anemia que me obligó a descansar un tiempo. Me sentaba en una mecedora porque no tenía fuerzas para nada y las hermanas, para hacerme caminar, me llevaban con ellas a visitar las villas, que eran unas casas de salud mental: ‘¡Ay, Qué cosas, vi, Dios mío! ¡Cuánta desgracia! Me di cuenta del gran trabajo que llevaban a cabo las Hermanas ocupándose de aquellas personas que estaban en unas condiciones tan deplorables. Pensé que no podría…
Incluso ahora, después de tantos años, le es más fácil explicar lo que quizá no habría podido hacer, que lo mucho que sí hizo. Una vez terminado el Magisterio se licenció en Filosofía y en Pedagogía y fue muchos años superiora. Muchas personas obtuvieron una sólida formación gracias a su manera de ser y de enseñar, lo que ella siempre atribuye a la Congregación, nunca a su valía personal.
.- Primero fui directora de Escuela Primaria pero también daba clases en Secundaria y estuve dando Filosofía y Pedagogía, por las noches, en una escuela para Asistentes Sociales. Había profesoras que de día eran compañeras mías y por la noche las tenía de alumnas. Esta formación nocturna se hacía a instancias del obispo de Catamarca. En 1970 fui, como superiora de la Comunidad a Curuzú Cuatiá que en guaraní significa «cruce de papeles». Se llama así porque era el punto donde, años atrás, se encontraban los portadores de correspondencia de Argentina a Paraguay y viceversa.
A pesar de ser la superiora lo que más le gustaba era dar Catequesis. Opina que las casas de la congregación no tendrían razón de ser si no llevaran el mensaje evangélico.
-¿Ahora que están mezcladas en toda la sociedad, también lo llevan, el mensaje?
.- Eso ante todo. Lo que no hacemos es estar hablando de Jesucristo constantemente, pero si hay un enfermo que nos parece que lo puede necesitar, con un poco de gracia, se le dice si no le gustaría estar preparado para cuando se presente el momento.
-Preparar a bien morir, que se decía antes.
.- Hay muchas maneras de hacer las cosas y cada uno tiene su habilidad. Hay personas que están pasando torturas espirituales por razones de familia, de salud y a veces les pesa más eso que la enfermedad que puedan tener; y la enfermedad también puede ser una consecuencia del malestar familiar. En estos casos, una hermana ya sabe lo que tiene que hacer.
– ¿Todas ustedes llevan hábito, o las que trabajan fuera, ya no lo llevan?
.- Hasta hace poco y por imposición nuestra personal, en los capítulos generales decidimos hacer uso de los hábitos porque al Papa le gusta, ya que esto es un signo de consagración ante los hombres. El hábito oficial de carmelita es marrón y en verano usamos el beige porque es un color más ligero.
-¿Si una monja no quiere llevar hábito, qué pasa?
.- Absolutamente nada. De hecho hay jóvenes que ya no lo llevan.
– ¿Cómo le vino la vocación?
.- De una manera muy simple. Aún no había cumplido los ocho años. Debía ser en tiempo de guerra, por allá en 1936. Vi una religiosa de San Vicente de Paúl por primera vez en Palencia, que es de donde provengo y, sin que nadie me dijera nada, los ojos se me fueron hacia ella. Llevaba aquella toca tan espectacular… Si bien tuve como un impulso no lo pensé en profundidad hasta después de un tiempo.
Al terminar la guerra, la familia, fue a vivir a Bilbao y ella fue al colegio de Las Hijas de la Cruz. Interiormente ya iba pensando que le gustaría mucho ser monja.
.- Mis padres eran católicos practicantes y fueron muy buenos. Él tenía una moral intachable, era un hombre con una rectitud y una seriedad en la manera de hacer, que para mí ha sido admirable. Mi madre era piadosa pero tanto como para quererme ver monja, no. Un día le oí decir, hablando con una vecina, que le gustaban las monjas pero que no quisiera que ninguna hija suya lo fuera. Y cuando tuve dieciséis años, como que ya sabía cómo pensaba la madre, le dije a mi padre. Yo andaba muy mimosa con él, tenía mucha afinidad, me gustaba peinarlo y a veces le daba «sablazos». (Risas)
-O sea que sabía conquistar más al padre que a la madre. ¿Era la pequeña?
.- Soy la segunda de cuatro, todas chicas. Iba caminando con él, recuerdo que era atravesando uno de los tantos puentes que hay en Bilbao y, muy melosa, preparando la embestida, le pregunté si le gustaría que una de sus hijas fuera monja y me contestó: ‘Yo estoy trabajando para vosotras y lo que quiero es que seáis felices; así que, si una lo quiere ser, no tengo porque oponerme «. Y pensé: bien, por su parte ya lo tengo asegurado…
Siguió con su rutina: ir a colegio, ir a coser… Pero su vocación iba cuajando y le pareció que el día que su hermana pequeña hiciera la primera comunión sería el momento de exponerlo. Por cierto, que ella le hizo el vestido que llevaba su hermanita ese día, pero como en todo lo que ha hecho, quiere quitar importancia y dice que si le quedó bien es porque la encargada del taller de costura donde iba, la ayudó mucho.
.-Los domingos, en vez de ir a cualquier otro lugar con las muchachas de mi edad, iba en secreto a la clínica del doctor Zarza, a hablar con las monjas. Les dije a mis padres que la directora quería conocerlos. Cuando ya llegábamos preferí decirles la verdad, que me quería hacer monja y que la directora me había orientado mucho, que por eso quería hablar con ellos. Mi madre me dijo: «Harás el ridículo. Así no durará».
-¿Por qué cree que lo dijo?
.- Porque yo era muy alegre y ella se pensaba que las monjas eran más serias.
-Habrá de todo.
.- En general somos muy alegres. Hice un noviciado maravilloso en Tarragona. Todas éramos muy jóvenes y reíamos por cualquier cosa. El caso es que cuando les presenté la superiora a mis padres, mi madre me sorprendió agradablemente. Resulta que mi hermana mayor había estado enferma y la madre prometió a la Santísima Virgen que si cualquiera de sus hijas quería ser monja la consagraría a Ella. Recuerdo perfectamente las palabras que dijo: «La Virgen me curó la hija en aquel momento, y ahora, parece que me esté pidiendo la promesa».
Visitación estuvo muy contenta de «pagarla».
El noviciado duró un año y medio, después seis meses de postulantado, como preparación para la profesión. Fueron dos años que pasaron deprisa, a pesar de que no pudo volver a ver a sus padres hasta que profesó.
.- Fue en 1948; un año después fui a Argentina. Lloré mucho, pero también hice lo posible para adaptarme.
-La obediencia es una de las cosas que ustedes prometen.
-Sí. Cuando vinieron mis padres el día que profesé había una hermana que iba a Argentina y mi madre me dijo: «Si te hacen ir a ti, que no se te ocurra decirles que sí”. Acababa de ver el acto de obediencia que habíamos hecho y me dice eso…
Sonríe recordando el hecho y se produce un silencio que respeto. Quizá también se acuerda de cuando era pequeña, en su Palencia natal; o tal vez de cuando con su familia se instaló en Bilbao; o tal vez de los treinta años que pasó en Argentina, o tal vez más adelante, de cuando volvió y se quedó en Barcelona.
Ahora ya es mayor, tiene maculopatía y no ve mucho, por eso los libros los escucha, que es otra manera de leer. A pesar de la deficiencia visual, cada mañana se mueve segura por la ciudad. Usa transporte público, camina y hace todas las diligencias que le encargan porque, aunque está jubilada, quiere ser útil a la Congregación.
Le pregunto si ha tenido dudas alguna vez, si le ha costado mantener el voto de obediencia.
.- Pienso que he sido bastante fiel, he sido coherente con la decisión que tomé. Dificultades ha habido, sí, porque no faltan los momentos que tienes que afrontar la realidad y a veces resulta dura. Más que obedecer lo que te manda el superior, es que algunas veces ves que lo que se está haciendo, tú lo harías de otra manera. Esto me cuesta pero, ¿en qué quedamos? La obediencia es dura, sí.
-Cuando se hace voto de obediencia, ¿dónde queda la libertad?
.- Dentro de uno mismo, la persona no deja de ser libre. Cuando uno quiere profesar debe tener conciencia de lo que va a hacer.
-¿En ese momento ya la usa, la libertad?
.- Exacto. Nos lo recalcan muchas veces y en aquella época venían exploradores del obispado, sacerdotes que enviaba el obispo para saber si nuestra vocación era firme. Nos preguntaban si habíamos sido coaccionadas para entrar en la vida religiosa, si habíamos sido inducidas por alguien, si lo hacíamos conscientemente. Nos decían que, si queríamos, aun podíamos retroceder.
-¿Por qué mandan tanto los hombres, en la Iglesia?
.- No, a nosotros, no. Sólo en ese momento, como una inspección, tal como estamos hablando usted y yo, en privado. Sin embargo, hay que admitir que hay situaciones que hacen tambalear
-¿Por ejemplo?
.- Por ejemplo, si estás un poco distraída de tu vocación verdadera y voluntaria en tu seguimiento al Señor.
-Si una después de haber profesado se arrepiente, ¿lo puede rectificar?
.- Sí que se puede hacer, pero le voy a decir una cosa: Hay que ser claro, consciente, y no obrar con ligereza. Ahora mismo los matrimonios se hacen y se deshacen con suma facilidad y si esto parece una informalidad y una falta de madurez, lo es mucho más en la vida religiosa.
Creo que la persona que desde el principio asume que lo que está prometiendo lo promete al Señor, sabe ser consecuente. Y también pienso que quien llega a este momento de descuido, de abandono, será porque es muy voluble psicológicamente o porque ha dejado ha dejado la Oración, porque quien ora puede mantenerse.
-Habla de Ia oración como de una fuerza.
.- Lo es. Conozco seglares, gente sencilla, que tienen una formación muy casera, muy rudimentaria, pero llevan una vida de oración, una vida de intimidad con Dios que los llena y los ayuda. Pienso que la fe es un don de Dios y al mismo tiempo una riqueza muy grande. Si uno ve las cosas con fe se comporta de otra manera.
-¿En todos los eventos?
.- En todos. Y no quiere decir que no duelan, eh? Duelen, pero se llevan de otra manera. La fe es importantísima.
-¿Y esta alegría interior que desprende no puede ser, en ocasiones, fruto de autodisciplina?
.- Siempre he sido muy alegre y si uno está contento por dentro, también lo transmite.
Es una mujer muy cultivada que se ha sabido cultivar. Gran amante de la lectura, le gusta leer los grandes pensadores que cree que le pueden aportar algo. Ella, que ha enseñado tanto, siempre tiene ganas de aprender.
.- Siempre hay algo que me sorprende y eso pienso que es bueno. A las hermanas les digo: «He leído Xavier Zubiri, he leído Romano Guardini». He regalado libros que a mí me han hecho tanto bien, que me han ayudado tanto por dentro, que he querido que otras personas también se enriquezcan.
¿La vida monacal es vida de sacrificio?
.- Siempre. La vida monacal sin sacrificio no sería vida, ni vida monacal. Levantarse por la mañana cuando todavía hay estrellas en el cielo y suena el timbre para levantarse… yo a veces tengo ganas de tirar el zapato contra el despertador.
-Habla de años
.- No hablo de años, no. Nos levantamos muy temprano y yo reconozco que soy perezosa para levantarme, pero me levanto. A veces llego tarde a la capilla y me da vergüenza, pero no es porque tarde en levantarme, sino porque ya tengo cierta torpeza. Me cuesta más vestirme y me resulta humillante. Quiero despertar antes, pero tampoco quiero demasiado temprano para no turbar el silencio de las otras. Cuando suena el timbre me levanto; a veces lo hago tres minutos antes con mucha cautela. No me quedo en la cama haciendo el remolón, nunca. Esto cuesta. Primer sacrificio. Suerte que después tenemos la Eucaristía y los rezos.
-Ha hablado de La Eucaristía, significa que viene un sacerdote.
.- Sí, todos los días.
-A ver cuando las monjas podrán oficiar. ¿Le gustaría?
.- No digo que no, pero yo no quiero ir en contra de lo que la Iglesia disponga.
-Dicen que la Iglesia somos todos.
.- Sí, pero las cosas tienen una jerarquía. No puede haber nada sin jerarquía.
-En este caso, masculina.
.- El día que la Iglesia Católica diga que hay una obispo, que hay una pastora, pues bien, pero es que ahora no está.
Cree que algún día será posible, pero no se aventura a asegurarlo.
De lo que no tiene ninguna duda es que comunidades religiosas habrá siempre.
.- Monjas siempre habrá. Con hábito, quizás no.
-Ya lo dicen que El hábito no hace al monje. Los refranes son sabios.
.- El refrán es sabiduría popular y contiene mucha experiencia. Monjas hay en todo el mundo y siempre existirán, como iglesia. La Iglesia permanecerá para siempre y los poderes maléficos no podrán contra ella. ¿Que habrá ataques? Sí. ¿Que habrá dificultades? También.
-¿La solución no podría ser el ecumenismo?
.- Yo estoy muy abierta aI ecumenismo, me gusta mucho, pienso que es bueno para todos. Si Dios es padre de todos, yo no puedo ir contra los musulmanes, ni contra los judíos, ni contra los protestantes, ni contra nadie, porque Dios es el Dios de ellos y también mío. Ellos rezan a Dios a su manera y yo le rezo a mí manera; ellos invocan a Dios cuando lo necesitan, a su manera, y yo también Ie invoco, cuando lo necesito, a mi manera. Que ellos me respeten, que por cierto ya lo hacen, porque hasta la fecha nadie me ha molestado, ni yo tampoco molesto a nadie, porque me gusta ser respetuosa. A mí no me molesta ver a una mujer que lleve velo o un musulmán vestido a su manera, esto no debería molestar a nadie; el mundo es de todos y cada uno puede ir como le parezca, mientras no nos ofendamos unos a otros… Y, sobre todo, pensar que Dios es nuestro Padre y lo que quiere es que seamos hermanos, que todos nos ayudemos y nos amemos. Hasta que esto no se logre, no iremos bien.
-Me parece que tardaremos.
.- Tardaremos porque hay mucha gente egoísta. Los egoístas no han faltado. Ahora mismo he acabado de leer Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno, (que, por cierto, cuando yo estudiaba me decían que era ateo). Se trata de una novelita que habla de dos amigos que son como hermanos, uno es pintor, un genio de la pintura y el otro es médico, un gran médico. Pues a pesar de ser tan amigos, el médico tiene envidia del pintor porque ya cuando iban a la escuela tenía más éxito que él. Quiero decir que, desde Caín y Abel, la historia continúa hasta hoy. Y es que la envidia es como una carcoma. Una persona egoísta y envidiosa –el egoísta siempre es envidioso- es lo peor que puede haber.
-Según su opinión, ¿qué hay para hacer un mundo más habitable?
.- Primero querer conocer a Dios, porque si no se le conoce, no se Ie puede amar. El mundo está necesitado de amor y si falta amor falta perdón y aquel que no ama, no perdona ni comprende al otro. En definitiva, hay que tener fe. El que tiene fe en Dios ama porque Dios dice: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón».
-Hay ateos que aman y creyentes egoístas.
.- Sí, claro que los hay, pero este ateo que ama, no es ateo. Todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y eso es amor. Y el ateo que ama tiene un parecido a Dios, y en el fondo dice: «Gracias a Dios que soy ateo» y, a su manera, que no quiere decir la mía, ¡cree!