De nuevo nuestra Hna. Olga nos ofrece su testimonio y experiencia como “abuela de brazos largos”. Nos unimos a ella desde la oración con nuestra cercanía.

 

Quiero escaparme de este comentario, pero mi mente vuela una y otra vez al mismo. Por algo será…

Desde Abel, la sangre y el clamor de todo ser humano violentado (hay muchas formas de violentar y de matar) por otro “humano”, “clama al cielo”, hiere a Dios. Y este no puede menos que pedir cuentas a Caín; ¿sería Dios si no lo hiciera? Caín no puede escapar de Dios ni de su propia conciencia que le canta la verdad…ni puede escapar de las consecuencias de sus atentados a la vida…Esta historia se repite una y otra vez: ¿Adónde puede parar este camino de violencia vengativa? Dios dando juego al uso y abuso de la libertad por el ser humano, parece expuesto a fracasar.

¿Puede quedar abortada su obra?

La humanidad reinicia una y otra vez el buen rumbo. Nunca han faltado individuos de gran calidad en toda generación humana: gracias a ellos prosigue la historia. Siempre, a su alrededor surgen quienes, llevados por los celos, el afán de poder…muchas veces camuflado bajo capa de bien, provocan desastres. (José Luis Elorza)

Dentro de estas personas de calidad incluyo a mamá ángel. Ella ha sido capaz de hacer un inmenso regalo a sus hijos: la experiencia de una familia. Experiencia que les sana y estimula. Experiencia que devuelve el sentido a sus vidas e incluso a su muerte. Qué corazones limpios los de los niños: después de experimentar tantos horrores son capaces de seguir acogiendo la bondad y el cariño. Más bien: son capaces de detectar la bondad y el cariño.

 

Esto dice María a mamá ángel:

Mamá ángel, yo quería ponerme bien para ir a casa, con mis hermanos, contigo, con la abuela misteriosa y las yayas en el hogar, pero no podré hacerlo, mi cuerpo está cansado (le escuché decir al médico que mi cuerpo está agotado como si tuviera 70 años y sólo tengo 8). Sé que moriré, pero no tengo miedo porque la abuela dijo que tú tienes una casa en cielo y que iré allí. Tú ¿cuándo vendrás conmigo? Aquí podríamos vivir muy bien juntos y podría conocer tu carita.

Mamá ángel no tengo miedo porque me regalas una familia y eso es lo más guay que hay. Soy feliz mamá ángel, no tengo miedo, sea como sea estaré en la casa que construiste para mí y rodeada del amor de esta familia que me has dado. La yaya me pasó todos tus mensajes y eso me ha hecho muy feliz todos estos meses.

Este año vivido ni tuve miedo, ni me sentí sola y me sentí amada.

Gracias mamá ángel, si te arrepientes puedes venir conmigo a la casa del cielo.

 

Hoy, en el contexto de la realidad que me atraviesa no puedo apagar un grito: ¿Dónde está esta gran familia?

¿Dónde están mis hermanos?

¿Dónde están mis hermanas?

¿Dónde la familia que protege y acompaña a estos niños y jóvenes?

Es el grito dolorido que roe mi corazón y me hace mantener una “lucha sin cuartel” para mantener la esperanza.

No somos “el llanero solitario” en esta lucha, me decía una persona muy querida hace unos días y, sin embargo, la realidad me grita “no somos el llanero solitario, pero casi”. Perdón por la crudeza.

¿Dónde estás?

¿Qué ocupa tu tiempo?

¿En qué te entretienes?

¿No ves cuánto te necesitan?

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