Tercer folio del testimonio la Hermana Olga. Recordando el proceso de la liberación de la multitud de niños y jóvenes que ha podido darse gracias a la valentía de una mujer joven… llamada Marcela.
Acababa de terminar un servicio a la provincia religiosa a la que pertenezco. De verdad que me sentía cansada. Cansada y, por qué no decirlo también, un poco desesperanzada. Pedía a Dios un tiempo de tranquilidad, un “año sabático”. Después del ritmo y la intensidad de los últimos años, acompañar a un grupo de novicias me pareció que era algo que podía caber en ese concepto. Acompañar, reflexionar, preparar temas, leer…Hoy entiendo, que sólo con eso hubiera tenido de sobra, pero…nuestro Dios siempre sorprendente fue “unos pasitos” más allá.
Si realmente escuchó mi oración – y creo que lo hizo- tengo que cambiar mi concepto de “año sabático”. Viví con más o menos tranquilidad, hasta el 4 de marzo. A partir de ahí todo cambió. Os aseguro que no me gustan las montañas rusas, ni las norias, ni el Dragón Khan, ni nada que se le parezca. Me dan vértigo y unas ganas horribles de gritar. En lo más que he subido, en las fiestas de mi pueblo, cuando era joven fue en un pequeño balancín y con eso suficiente para siempre. Pues bien, Dios me regaló una experiencia realmente de vértigo. Él conoce bien el sueño que puso en mi corazón de vivir junto a gente que realmente lo necesita, en misiones de frontera. La vida y las circunstancias familiares me han llevado por otros derroteros.
Pero, como dice una de mis hermanas: “Dios me lo puso en bandeja”. Me lo sirvió en un paquete de regalo, regalo especial de los 60 años. Con papel de dibujos y cinta de colores. Me regaló a mi hermana Marcela, llegaba frágil e indefensa (al menos así la sentí yo), huyendo de quienes habían puesto ya precio a su vida. Su compromiso por liberar a niños y jóvenes sometidos a la trata, su decisión de declarar costara lo que costara, había comenzado meses antes y ya estaba sufriendo las consecuencias.
Ante la propuesta de acompañarle, no tuve ninguna duda, la verdad. Hubo quien intentó disuadirme, ante mi sorpresa. Pedí acompañamiento y me aconsejaron: ”No te metas en eso”, “no os metáis”, “la corrupción siempre gana”. Yo sólo miraba a Jesús, miraba a Palau, y sentía con tanta fuerza que si no respondía no pintaba nada aquí, aquí en el camino de seguimiento, aquí en la vida religiosa… ¿Y quién se meterá entonces? ¿Qué sentido tiene si en el momento en el que se me plantea acompañar a Cristo sufriente, a la Iglesia llagada y dolorida, doy la espalda? Y sólo tenía una respuesta: “o te sigo o me marcho” y ¿qué dará en adelante sentido a mi vida? Escuché cosas muy duras de quien se supone acompaña a personas que quieren seguir a Jesús en la vida religiosa. Me costó encajarlo, pero no sembró la duda en mi corazón. Hoy doy gracias a Dios por ello. Ni quise ni pude mirar hacia otro lado. No se puede seguir a Jesucristo con el freno de mano echado. No se puede seguir al Crucificado sin estar dispuesto a arriesgar la vida.
Ya se habían colado los niños en mi corazón. ¿Seguimos y los siguen liberando o paramos? ¿Cómo parar sabiendo que existen, que están ahí, que gritan buscando nuestra ayuda? Y, gracias a Dios, seguimos. Éramos conscientes de estar asumiendo un riesgo. Primero fueron 33 y parecía un mundo. Ya había merecido la pena. Pero sólo había comenzado. El camino ha sido sembrado por innumerables lágrimas ¡os lo aseguro! Lágrimas de dolor al leer los testimonios de los niños liberados y de la brutalidad con que habían sido tratados, lágrimas por los encontrados muertos sin nadie que pudiera llorar su ausencia, lágrimas de alegría al unirnos al gozo de los que empezaban a descubrir algo bonito en la vida, al leer un mensaje de sus madrinas y sentirse especiales para alguien…
Desde el inicio experimenté un inmenso AGRADECIMIENTO. Agradecimiento a Dios, a un Dios que sigue queriendo salvarnos, salvar a sus pequeños, a los pobres, a los niños indefensos. A un Dios que no para de buscar caminos, aunque nosotros nos empeñemos en complicarlos. Os aseguro que se ha empeñado tanto en este tiempo… Un Dios que busca una y otra vez liberar a su pueblo, sanar a los heridos, a los más vulnerables… Pero, un Dios que necesita nuestra colaboración y al que muchas veces, con el mal uso de nuestra libertad, se lo ponemos muy difícil. Increíblemente Él sigue confiando.
Agradecimiento a un Dios que se fio de mi tanto como para concederme el PRIVILEGIO de poder participar en su obra de salvación y liberación de un modo tan concreto. El privilegio de poder acompañar a Marcela, de llorar y reír con ella, de días de sufrimiento y noches de insomnio. De compartir el gozo por los niños liberados y el dolor por tanto sufrimiento y tantas vidas perdidas. De pasar del miedo de los momentos de riesgo a la serenidad de quien sabe que de fondo sólo queda confiar en Dios y vuelve a poner la vida en sus manos. De la alegría por la creación de los hogares de María y José para los niños, al dolor de tener que renunciar a acompañarlos y dejar que, por su seguridad, tuvieran que pasar a fundaciones.
Agradecimiento a Marcela, a su testimonio: el testimonio de una joven abierta a la voluntad de Dios, comprometida a fondo perdido en su entrega, sin que el tener que experimentar encierros, horarios rotos, encuentros fraternos perdidos, comentarios desafortunados…haya sido capaz de quebrar su entereza, su entrega a la causa de los niños, su disponibilidad en la comunidad, su participación en la parroquia y en otras tareas cuando ha podido hacerlo. Sus largas horas dedicadas a acompañar telefónicamente a los pequeños, en muchos casos a acompañarles en su agonía. Su testimonio de amor incondicional y de esperanza en que, incluso quienes han decidido con su modo de actuar que esto termine mal, puedan un día reconocer su error.
¡Qué curiosos los caminos de Dios! Una vez más eligió a una joven mujer para llevar adelante tremenda misión. Hasta puede que entre nosotras haya quienes no puedan entenderlo: una juniora. Ni siquiera una hermana de votos perpetuos. Al menos una provincial, o una animadora de comunidad, o una de las que llevamos tantos años en la vida religiosa… Pues no, una mujer joven, eso sí abierta a la acción y a las sorpresas del Espíritu y a dejarse llevar por Él. No acabamos de leer el evangelio entendiendo simplemente lo que pone ¡Hacemos tantas componendas! Nos liamos con tanta estructura y tanto esquema mundano… Y Dios escoge sus caminos y sus instrumentos.
Agradecimiento a la Hna. Mª José: a su valentía y audacia, a su compromiso con los más vulnerables, a su capacidad de asumir la responsabilidad del riesgo que implica luchar contra las fuerzas del mal y apostar por la vida. Agradecimiento a ella y a las hermanas que desde sus cargos de responsabilidad en este momento han permitido y favorecido que la Congregación, a ejemplo de nuestro fundador, haya optado por luchar, sí realmente luchar contra el mal. Agradecimiento y compromiso orante de seguir apoyándolas para que puedan mantenerse en esa lucha, con la mirada fija en los que realmente son o deben ser el objeto de nuestra misión y de nuestros esfuerzos.
Agradecimiento, en fin, a todos los que nos habéis acompañado en este camino de cruz, pero realmente de cruz que genera vida. Gracias a cada una de las hermanas que ante nuestra petición de oraciones en momentos complicados habéis respondido con prontitud. Gracias a las/os que habéis orado y acompañado a los niños con vuestros mensajes cargados de ternura. Gracias a nuestro hermano “vigilante en la noche”, presente en todo momento desde ese lugar sagrado donde siempre nos podemos encontrar a pesar de la distancia. Gracias también a quienes nos habéis ayudado desde lo profesional, pero siempre implicados y gratuitos.
Gracias a vosotros niños, los protagonistas principales de esta historia, que con vuestros testimonios habéis cuestionado mi entrega, mi generosidad, mi compartir, mi capacidad de amar… Concentro en ti “una tal María”, mi agradecimiento a cada uno. ¡Cómo puede brotar tanto amor en tan poco tiempo! Tu mami te regaló a mi como nieta. Soñé, soñamos conocernos, pero…será en el cielo.
Sois un ejército ahí arriba que nos cuida cada día.
Olga Olano cmt
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La Hna. Olga Olano, española, Carmelitas Misioneras Teresianas. Mujer apasionada por el ser humano, empeñada por sanar las heridas de Dios hecho humanidad.
Ha dado a conocer su talante misionero en su tierra natal y en Venezuela, implicada en lo social y sanitario. Enviada a la comunidad en Palma de Mallorca, desarrolló su apostolado en la cárcel, donde ejerció la profesión médica.
Fue Superiora Provincial durante tres trienios.
Nombrada maestra de novicias acompañó a las formandas de la provincia europea.
Actualmente, una de las Consejeras que caminan junto con la Animadora Provincial en la Provincia Francisco Palau de Europa.