Como ya venía anunciado, el Equipo Provincial de Justicia, Paz e Integridad de la Creación comparte el segundo vídeo que forma parte del ciclo de reflexiones “Uniones de Fraternidad”. Partiendo de una realidad concreta de atención a las personas mayores, la ponente nos la presenta a la luz de la Encíclica Fratelli Tutti.

 

Quien nos comparte este tema, se presenta:

Soy Andrea Marinho, tengo 40 años, estoy casada y tengo un hijo de 10 años. Soy Licenciada en Servicio Social y en estos momentos trabajo como Directora Técnica del Centro Sócio – Pastoral de la Diócesis de Viseu. En éste trabajo que realizo entre los ancianos quería presentar “la cultura del cuidado como camino para la paz” dentro de esta realidad que nos ha afectado tan fuertemente en nuestra Residencia como ha sido el Covi19 y que nos desafiado fuertemente a poner todo nuestro potencial humano y técnico al servicio de los más desvalidos de nuestra sociedad, “os nossos idosos”.

TRANSCRIPCIÓN DEL CONTENIDO DEL VÍDEO:

La pandemia que durante más de un año ha afectado profunda y radicalmente a nuestra vida cotidiana nos ha obligado a replantearnos los fundamentos y las premisas en las que hemos basado muchas de las respuestas y soluciones que hemos creado, desarrollado y consolidado para responder a nuestros problemas y deseos como individuos y como comunidad. Muy pronto empezamos a buscar, con mayor o menor imaginación, respuestas que nos permitieran encontrar las mejores soluciones para afrontar la situación actual. Hemos asistido a una inversión muy fuerte en las nuevas tecnologías y en las infinitas oportunidades que pueden generar, hemos explorado de forma coherente e innovadora el universo de las comunicaciones en sus aspectos individuales y organizativos y, de un día para otro, hemos introducido, prácticamente en todo el planeta, profundos cambios en el mundo del trabajo. El mundo está cambiando e incluso cuando, una vez controlada la pandemia, volvamos a la normalidad, nada será igual en muchos aspectos.

Hemos visto, a veces de forma cruel, que las respuestas de apoyo a las personas mayores son débiles, insuficientes y muy estandarizadas. Por lo tanto, es urgente e imperativo repensar el envejecimiento. Envejecer no significa perder derechos, ni dejar de tener opinión o voluntad propia. Repensar el envejecimiento debe ser un ejercicio inclusivo y creativo de ciudadanía y solidaridad.

Al leer las palabras del Papa Francisco en su Encíclica Social, no podemos dejar de pensar, como portugueses, en las instituciones que nacieron, crecieron y se desarrollaron en nuestro medio, “con el propósito de dar expresión organizada al deber moral de justicia y solidaridad, contribuyendo a la realización de los derechos sociales de los ciudadanos”, como dice el artículo 1 del Estatuto del IPSS -basado en ese valor de solidaridad entre todos (Fratelli Tutti), que ilumina el discurso de la Encíclica y que se puede resumir en la feliz fórmula: “todo hombre es mi hermano”.

Tampoco podemos olvidar a los cuidadores -trabajadores, pero también líderes- que han estado en primera línea de la lucha contra la pandemia, evitando que sus efectos fueran tan devastadores como lo hubieran sido sin su dedicación, esfuerzo y competencia.

Fundamentalmente, en lo que respecta a la protección de los más vulnerables frente a los efectos letales de la pandemia, como los ancianos, los discapacitados y los enfermos, desmitificando un discurso que se extiende insidiosamente sobre la “carga” económica y social que representan estos segmentos de la población.

O, en palabras de la Encíclica: “La solidaridad se manifiesta concretamente en el servicio, que puede adoptar formas muy variadas de atención a los demás. El servicio es, en gran medida, el cuidado de la fragilidad. Servir significa cuidar de los frágiles en nuestras familias, en nuestra sociedad, en nuestra gente. En esta tarea, cada uno es capaz “de dejar de lado sus exigencias, sus expectativas, sus deseos de omnipotencia, a la vista concreta de los más frágiles (…) el servicio nunca es ideológico, ya que no servimos a ideas, sino a personas”.

Además, la Encíclica apela a otros principios tradicionales de la doctrina social de la Iglesia, también constitutivos del código genético del Sector Solidario: el bien común, la función social de la propiedad, el reparto de los bienes y su destino universal.

En conclusión, el virus trajo consigo el cansancio y la desesperación, pero también la valentía y la resistencia de los equipos que se unieron y dijeron “presente” sin dudarlo ni un segundo, en alabanza a la Vida.
Y así tenemos “la cultura del cuidado como camino de paz” (Papa Francisco).

Compromiso fraterno-social

Continuaremos fomentando las nuevas tecnologías que proporcionan la comunicación y la convivencia a través de las redes sociales; las llamadas telefónicas y las videollamadas.

Como compromiso a largo plazo estaremos atentos a las personas ancianas que viven solas a nuestro alrededor, en nuestros barrios, para descubrir sus necesidades e intentar buscar un medio de comunicarnos con ellas o invitar a otras personas para que hagan lo mismo en sus zona. No ser indiferentes a ninguna soledad.