San José, padre que enseña el valor, la dignidad y la alegría del trabajo.

Honesto carpintero que trabajó “para asegurar el sustento de su familia”, José también nos enseña “el valor, la dignidad y la alegría” de “comer el pan que es fruto del propio trabajo”. Este significado del padre adoptivo de Jesús es una llamada a favor del trabajo y es “una urgente cuestión social. “Es necesario comprender”, escribe Francisco, “el significado del trabajo que da dignidad”, que “se convierte en participación en la obra misma de la salvación” y “ocasión de realización” para uno mismo y su familia, el “núcleo original de la sociedad”. Quien trabaja, colabora con Dios porque se convierte en “un poco creador del mundo que nos rodea”. Urge “redescubrir el valor, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva ‘normalidad’ en la que nadie quede excluido”. Mirando en particular el empeoramiento del desempleo debido a la pandemia de Covid-19, el Papa llama a todos a “revisar nuestras prioridades” para comprometerse a decir: “¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”

Oración a San José del Papa León XIII

A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación;

y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa

solicitamos también confiados tu patrocinio.

Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María,

Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús,

humildemente te suplicamos vuelvas benigno los ojos a la herencia

que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia

la escogida descendencia de Jesucristo;

aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción;

asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro,

en esta lucha con el poder de las tinieblas:

y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora,

defiende a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad,

ya cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio,

para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir

y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. Amén.