Con gozo compartimos esta celebración que tuvo lugar en Paterna, el pasado día 15 de agosto. La renovación del compromiso hecho al Señor,  su SÍ generoso en la entrega a la Iglesia como Carmelitas Misioneras Teresianas, nos llena de alegría a toda la familia palautiana y nos une en acción de gracias al Señor que siempre es fiel.

 

“Por mi parte haré todo cuanto pueda para perseverar unido con Dios. Ya no espero nada de mi mismo, pero lo espero todo de su divina gracia. Te diré lo que siento, lo que hago y lo que quiero hacer.” (Cfr. Cta. 30, 4).

El día 15 de agosto 2020, a las 6 de la tarde, en la comunidad “Regina Carmeli” de Paterna, casa de juniorado, en la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, las hermanas:

  • CARINE NDAYWEL KANGAMOTEMA de la nacionalidad congoleña, provincia de Bandundu, diócesis de Idiofa, habla “Kikongo”.
  • MARIE CLAIRE VOAHANGY RAZAFINDRAHASY de nacionalidad malgache,  provincia de Antananarivo con el idioma malgache.
  • JEANNINE NAMBININTSOA RAHERINIRINA, de nacionalidad malgache, provincia de Antananarivo con el idioma malgache.

han hecho la primera renovación de los votos al Señor de castidad, pobreza y obediencia y de nuevo abrazan nuestro estilo de vida como mujeres consagradas al Señor y a la Iglesia. En este acto reafirman su compromiso ante la asamblea y ante el Señor. Como reflejan las Constituciones en el nº 11: «Las Carmelitas Misioneras Teresianas manifestamos nuestra entrega a la Iglesia, Dios y los prójimos, profesando con voto público, los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. De esta manera testimoniamos que todo nuestro ser está orientado a Dios y a su proyecto de comunión. El compromiso adquirido en la profesión expresa que es posible generar un nuevo modo de relacionarnos. Las relaciones con los bienes de este mundo, con la sociedad, con las personas y con nosotras mismas, adquieren una cualificación diferente debido a nuestra dedicación total a la causa de la Iglesia, “la obra de Dios”.

Que su compromiso al Señor sea por siempre.

Así recuerdan la celebración de la Eucaristía:

«La Eucaristía fue presidida por el Padre SEBASTIAN GARCÍA. En su homilía, insistió mucho sobre esta frase de evangelista Lucas que pronuncia María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”; esto significa cumplir los deseos y sueños de Dios cada día, buscar y vivir en el servicio de los demás al ejemplo de María. Nosotras también somos invitadas a vivir  nuestro sueño de buscar siempre al  Señor en cada palabra, cada gesto y en los servicios a los demás. Saber vivir y proclamar su grandeza en nuestra vida de cada día es lo que deseamos y que Dios se realiza en nuestra vida y en nuestras obras. Ella que es elevada al cielo con su cuerpo y su alma, sabemos que nos acompaña siempre en nuestro camino vocacional como Madre y modelo de la vida consagrada. Nuestro padre Fundador nos comunica la gracia vocacional que nos identifica.»

Nos comparten también las resonancias carismáticas de su vocación y sus propios deseos:

  • Hermana Carine: “Pasión por Dios y pasión por la humanidad que me llevó a anunciar la belleza de la Iglesia, misterio de comunión, y a comprometerme en el servicio al ser humano”.
  • Hermana Marie Claire: “La mirada contemplativa al corazón de cada ser humano y a la realidad histórica; la construcción del Reino consiste en el anuncio de la belleza profunda de cada persona creada a imagen de Dios”.
  • Hermana Jeannine: “…Recibe mis votos y promesas y dame gracia para cumplirlos. Cuida de mí, pues soy cosa tuya.”

«En este momento de juniorado, continuamos profundizando e imitando la vida de Jesús en su Cuerpo Místico y en nuestra vida como Carmelitas Misioneras Teresianas, en la vida fraterna y en la misión. Todos nos ayudan y nos ayudarán a vivir la comunión y a vivir nuestra consagración con gozo y para ser testigos del amor de Dios a los prójimos. Nosotras somos imagen de la Iglesia, objeto de nuestro amor y servicio.

Hemos terminado este día compartiendo con todas las hermanas, la alegría y el gozo, y con eso, el sentirnos siempre en familia como lo deseó nuestro Padre Fundador: que vivamos con un solo corazón y en un solo espíritu. Agradecemos al Señor el don de la vocación que hemos recibido de él y, con la gracia del Espíritu Santo, prometemos vivir en la fidelidad al Señor toda nuestra vida.»