HERMANAS CMT
MISIONEROS LAICOS PALAUTIANOS
LAICOS EN MISIÓN COMPARTIDA

 

Queridos hermanos y hermanas:

No cabe duda de que, todos los días, el Padre Palau acompaña, cuida, alienta e ilumina el caminar de todos los que formamos parte de su familia y damos continuidad a su misión en la Iglesia. Pero está muy bien que, al menos una vez al año, al acercarse el 7 de noviembre, hagamos un pequeño alto en el camino para agradecer y celebrar. Al detenernos un instante, probablemente conseguiremos que esa certeza se torne más nítida y de paso le permitimos a él que nos dé alguna pista para seguir avanzando.

En este inolvidable 2020 vamos a celebrar su fiesta navegando en un mar poco apacible y haciendo frente a la segunda ola de esta pandemia, que tanto ha condicionado nuestras vidas. Quisiera compartir brevemente con vosotros dos avisos para navegantes, que nacen de la experiencia y de los escritos del Padre Palau y que estos días vienen constantemente a mi memoria. Dos pistas que nos pueden ayudar a “surfear” esta ola y otras diversas, porque no olvidemos que son varias las pandemias que azotan actualmente a la humanidad. Solo dos pistas, aunque hay muchas más, que se resumen en dos palabras: CONFIANZA Y COMPROMISO.

CONFIANZA, porque no vamos a la deriva y el mundo está en buenas manos, en las manos de Dios. Decía nuestro Fundador que a confiar también se aprende, sobre todo cuando las cosas se complican. “Aprendamos en tiempo de necesidad a CONFIAR en Dios, a fiarnos de Él, a esperar en su paternal protección, y no temas nos abandone; no desoye a quien le invoca y le busca de buen corazón” (Carta 46, 3).

COMPROMISO, porque superar esta crisis provocada por el coronavirus no depende solo de los aciertos de científicos y gobernantes. Saldremos adelante si cada uno se pregunta cuál puede ser su contribución para que juntos lleguemos a buen puerto y, sobre todo, para que durante el trayecto vayamos haciendo realidad el sueño de la fraternidad universal. Para tratar de responder a esa pregunta, a mí me resulta inspiradora esta frase del P. Palau: “Yo por ti me olvido de mí” (MR, IV 2). Porque a veces el compromiso implicará asumir grandes responsabilidades, tomar decisiones complicadas, pero la mayoría de las veces el compromiso cotidiano consistirá en olvidarse de uno mismo para buscar el bien del otro. Bastarán entonces pequeños gestos, como el de renunciar a un abrazo, a un encuentro deseado, a un viaje soñado, o sencillamente suplir a un compañero o dedicar mi tiempo a aliviar soledades.

Grandes o pequeños compromisos. Sea lo que sea, dejemos que el amor nos haga creativos e incluso intrépidos y arriesgados, como lo fue Francisco Palau. Porque la frase que he citado antes continúa así: “Yo por ti me olvido de mí, por ti me echo al mar, me lanzo al peligro. ¡Oh, Iglesia santa!” (MR, IV 2). Tanto fue así, que nuestro Fundador no dudó en desplazarse a Calasanz (Huesca) en 1872, para socorrer a los afectados por la epidemia de tifus que estaban siendo atendidos por las hermanas de Estadilla.  Ese lanzamiento le costó la vida y le abrió las puertas del paraíso.

Que el Padre Palau siga animando y orientando nuestros aprendizajes, los de cada día, los que van haciendo de nosotros hombres y mujeres que confían en Dios. Que celebrar su memoria nos permita renovar nuestro compromiso de hacer de este mundo una familia de hermanos, la familia de los hijos de Dios, que navega esperanzada hacia un puerto seguro.

Termino pronunciando un “GRACIAS”, sencillo e infinito, por vuestra implicación constante en la misión y por los redoblados esfuerzos que estáis haciendo a diario para que todo salga bien.

Un abrazo para cada uno y feliz fiesta del Beato Francisco Palau.

 

Madrid, 5 de noviembre de 2020.

H. María del Rosario Pérez Payá, cmt

Animadora Provincial