Yo no muero, entro en la vida.
Estas son las mismas palabras que hoy podríamos escuchar de nuestra H. Cecilia. Con esta seguridad la acompañamos en esta celebración de la Eucaristía, al mismo tiempo que nos dirigimos al Señor, para expresarle nuestra acción de gracias por la larga y generosa vida concedida a nuestra hermana en su servicio, y para pedirle para ella, su abrazo de Padre Misericordioso.
En la comunidad “Padre Francisco Palau “ de Tarragona (España), el día 3 de octubre de 2019, descansó en el Señor, nuestra hermana Cecilia Donado Berenguer.
Breve recorrido por su historia
Hna. Cecilia nació en Ciudad Real, el 27 de junio de 1923, hizo su Consagración al Señor en nuestra Congregación de Carmelitas misioneras Teresianas el día 15 de mayo de 1955, ofreciéndose al Señor y a la Virgen del Carmen, por la que Ella siempre sintió una gran devoción.
Muy pronto fue enviada por los superiores a desempeñar las actividades apostólicas que tenía la Congregación, en el campo de la sanidad; buena misión ésta para ejercer e imitar el ejemplo del Buen Samaritano. Sus años de intenso trabajo fueron en Barcelona, Hospital Vall d´Hebrón, y en Gerona, donde llevó a cabo su misión durante muchos años, con gran generosidad y entrega, disponible para servir a cuantos necesitaron de su ayuda.
Es precisamente en ese momento cuando se harán realidad en ella las palabras de Jesús: “todo lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis».
Ya con edad avanzada, fue destinada a esta Casa Madre, pasando más tarde a formar parte de nuestra Comunidad de Hermanas Mayores, donde siguió ayudando según se lo permitían sus fuerzas. Últimamente afectada por una seria enfermedad, nos expresó el deseo de vivirla entre nosotras. Es admirable el ejemplo que nos ha dado de aceptación de la voluntad de Dios con una paz y fortaleza extraordinarias y con una total entereza, esperando serenamente el encuentro definitivo con el Señor. Como un anhelo que brotaba de su corazón le oíamos decir: “¡cuánto tarda, todavía no viene”!
Hna. Cecilia ha guardado siempre en su corazón un gran afecto hacia su familia, gozando mucho con sus visitas, y compartiendo con ellos también su pena, cuando se presentó la separación definitiva de algún ser querido.
Ahora su familia, y las sobrinas, que con sus agradables visitas le han demostrado tanto cariño hasta el final, nos acompañan en esta Eucaristía. En nuestra oración íntima y personal nos unimos para decirla: Querida H. Cecilia, desde el Cielo no te olvides de interceder por nosotros.
¡Descansa en Paz y en el gozo eterno de Dios!