La hermana Pilar Landaluce nos ha dejado calladamente, de “puntillas”, sin hacer ruido. Como era ella en su vida diaria de Comunidad. Una mujer sencilla, preocupada siempre tanto por cada una de las hermanas como por su familia. Mujer apreciada y querida en los lugares donde estuvo. Prueba de ello eran las llamadas que recibía de su amada Elche, donde dedicó sus mejores años a la enseñanza. En estos últimos años, disfrutaba enormemente viendo a los niños de la Guardería.
La vida le hizo experimentar y vivir momentos duros que siempre ha llevado con paz y en silencio. Su último mes, después de una trágica caída, han sido el vivo testimonio de una mujer pequeña de estatura, aparentemente débil, pero fuerte interiormente, sufrida y agradecida con todo y con todas. Amante de la Virgen María, defendía a ultranza su “Amatxo” de Begoña a quien estaba muy unida. Ayer, día 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos, La Virgen quiso coger a Pilar entre sus brazos para entrar en la Vida definitiva de Dios.
En medio del dolor que supone la pérdida de la hermana, damos gracias a Dios por este gesto de Nuestra Madre María.