MIRA Y DÉJATE MIRAR. REDESCUBRE Y RECREA LA BELLEZA

Como palautianos y en este contexto de pandemia, embellecer la Iglesia, reflejo de la imagen de Dios y de la creación, es todo un desafío interpelante.

¿Cómo podemos vivirlo y expresarlo de manera concreta en nuestras comunidades?

¿Cómo redescubrir la belleza que nos rodea y empeñarnos en que resplandezca?

En la charla – la tercera con el motivo del Tiempo de la Creación 2020 – que podemos seguir en el vídeo, H. Olga empieza releyendo la definición de la palabra «Belleza» que podemos encontrar en el diccionario. Así, nos enteramos que «bello es algo que por la perfección de sus formas agrada a la vista y al oído y, de la misma manera, al espíritu».

Para redescubrir la belleza que nos rodea, dice rescatando la afirmación de la ponente de la semana anterior, es importante la mirada.

El arte de mirar, es lo que es. Mirarme a mí, mirar al otro, mirar la naturaleza.. y descubrir la imagen de Dios en todo. Mirar con honestidad, sin intereses ocultos.

Los textos de la encíclica son iluminadores: «Cuando las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir» (LS 204). «Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad» (LS 205).

La ponente nos invita a detenernos: para mirar y para dejarnos mirar. Sumergirse en uno mismo con honestidad, por doloroso que pueda ser. Porque es un paso para descubrir la propia belleza, el propio valor. Y, sin celos, redescubrirlo también en el otro, y en toda la creación. Solo así seremos capaces de mirar con transparencia y honestidad a los demás y reconocerles bellos, valiosos, imagen viva de Dios Trinidad, imagen de la Iglesia. Podremos invitar a los demás a hacer el mismo viaje.

Finalmente, este es el mejor servicio que podemos hacer para embellecer nuestras comunidades. Esa era la primera pregunta. Porque hermanas, pensemos realmente que cada una de nosotras, seguidoras de Francisco Palau, puede responder si nos creemos real y concretamente imagen de la Trinidad, imagen de la Iglesia. Si crees que es teoría, ¿realmente qué haces aquí? Si crees que sí pero eso será en la otra vida, ¿qué pinta Dios en esto que nos ha destinado a ser imagen de su Hijo? ¿Qué te dice Palau allí, en lo profundo de tu corazón?

De esta manera, llega el desafío palautiano:

Te reto hoy, porque ya me he retado a mí misma, a mirarte con honestidad, a buscar vias para profundizar, con honradez en tu interior, a descubrir la belleza de la Iglesia que quiere que la dejes nacer y brillar en ti. Creo que será sinceramente el mejor modo de embellecer la Iglesia; y además, es el único que cada uno de nosotros es capaz de hacer, y somos tú y yo los responsables de hacerlo.

La charla finaliza con la belleza hecha palabra, una estrofa del poema sanjuanista, Canciones entre el alma y el Esposo, y con una frase de Laudato si. No te pierdas esta reflexión.

«Cuando tú me mirabas
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por esto me adamabas;
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.” 

(San Juan de la Cruz, Cántico espiritual)

«Al final, nos encontraremos cara a cara, frente a la infinita belleza de Dios y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo que participará con nosotros de la plenitud sin fin». (Laudato Si)