La ternura de José basada en su gratuidad contiene una revelación de Dios. Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer”. Confió plenamente en Dios y aceptó su debilidad con intensa ternura.

La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros y desde donde podemos abrazarnos a la misericordia de Dios. Desde la pequeñez, la fragilidad y debilidad abraza el querer de Dios. “Porque fue varón justo le amó el Señor.”

A él dirigimos nuestra oración:

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.