La hna. Mª del Rosario Pérez nos ofrece su testimonio y reflexión en torno a la causa de liberación en la que ha participado nuestra Congregación.

En ella nos invita a poner en el centro de nuestras miradas a los verdaderos protagonistas: los niños y adolescentes. Y a seguir en constante lucha contra esta lacra, porque hoy y mañana, y pasado son días propicios para luchar contra la Trata de personas.

 

HOY TAMBIÉN ES EL DÍA CONTRA LA TRATA

Creo que tiene su sentido que celebremos Días Internacionales porque nos ayudan a sensibilizarnos sobre temas interesantes relacionados con los derechos humanos, la salud o el desarrollo sostenible. Además, durante esos días, más o menos destacados en el calendario mundial, los medios de comunicación se encargan de hacernos ver que existen problemas sin resolver. Y todo ello, según dice la ONU, se hace con una doble finalidad: por una parte, que los gobiernos tomen medidas; y por otra, que los ciudadanos conozcan mejor las problemáticas y exijan a sus representantes que actúen.

Antes de ayer, celebramos el día Mundial contra la Trata de Personas y no tengo datos suficientes para afirmar si realmente se lograron los objetivos a nivel mundial. Lo que sí puedo decir es que, al menos en la Provincia religiosa de la que formo parte, el nivel de sensibilización subió unos cuantos grados y hasta me atrevo a afirmar que también aumentó el nivel de implicación de varias hermanas.

Os confieso que hasta hace dos años se me había pasado de forma bastante desapercibido este día que nos pone en guardia ante un hecho horroroso: más de 40 millones de personas en el mundo viven, o mal viven, sometidas a vejaciones de todo tipo. Pero algo ha cambiado desde que apareció en la vida de nuestra Provincia una persona que no duda en jugarse el tipo en la misión de rescatar y sostener a niños, víctimas de la explotación sexual. Yo diría que con la llegada de Marcela Macagno a España comenzó una verdadera revolución interna en muchos sentidos.

En más de una ocasión he dicho que ella es una bendición para esos más de ocho mil niños liberados, pero también para toda la familia CMT, y en concreto para mí.

Que es una bendición para esos niños, está muy claro: han pasado de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad, del infierno a un nuevo hogar, de la muerte a la Vida.

Que es una bendición para la familia CMT, está también bastante claro, sobre todo para algunas. Lo podéis comprobar echando un vistazo a los diversos testimonios y videos publicados en las webs de nuestra Institución en los últimos días y que circulan también en las redes sociales.

Que es una bendición para mí, os lo cuento enseguida. 

Tener a Marcela cerca, es como tener una luz encendida que te ayuda a ver con más claridad lo que es prioritario, lo esencial, lo que tiene que ver con la causa del Evangelio, y esa causa siempre está ligada a personas que lo pasan mal, que sufren, que necesitan liberación. A veces en la vida religiosa empleamos el tiempo en causas relacionadas con la búsqueda del propio bienestar institucional, con estar súper bien atendidas hasta el final, con ese empeño de tratar de ser los mejores para que nuestro servicio sea apetecible. Y nos olvidamos de que ahí fuera, en el mar tempestuoso de la vida, mucha gente se está ahogando. Sí, todo es importante, pero a la luz de lo vivido durante este tiempo, también he ido cayendo en la cuenta de que urge priorizar y dejar paso a los proyectos con tengan más sabor a Evangelio, aunque otras tareas se resientan.

Tener a Marcela cerca me ha permitido comprobar que realmente es posible vivir con sentido de Cuerpo una misión común, aunque aparentemente solo unos pocos miembros estén implicados más de lleno. He aprendido bien lo que significa aportar desde la vanguardia o desde la retaguardia. Todo suma y Dios sabe a quién coloca y dónde coloca a cada uno en cada momento. No cabe duda de que en mi Provincia llevamos entre manos tarea apostólicas bien significativas en colegios, residencias de ancianos, centros de menores, parroquias, almacenes solidarios, etc. Y por el servicio que desempeño en ella, palpo a diario que somos una familia multidisciplinar llamada a la común misión de amar y servir a la Iglesia. Pero esta causa de liberación, creo que nos ha abierto la posibilidad, quizás algo desaprovechada, de latir al unísono y comprometernos juntas como un solo corazón en una misión profundamente carismática.

En este año y medio he experimentado lo importante que es asumir el papel que te toca en cada momento, y confiar en las personas que el Señor ha puesto al frente, sin dejar espacio a ocultos o manifiestos deseos de protagonismo, o a legítimas antipatías que a veces nos provoca quien desempeña un cargo. De lo contrario podríamos confundirnos y en lugar de luchar contra los enemigos reales que negocian, explotan y esclavizan, nos estaríamos dedicando a librar batallitas internas que nos hacen más débiles e impotentes.

En la retaguardia – y a todos nos puede tocar estar ahí en diversos momentos – se puede hacer un papel muy valioso. Eso sí: para estar en la segunda línea de cualquier lucha, se necesitan dosis elevadas de humildad. Por supuesto que a quien está en la retaguardia le pueden surgir dudas; yo también las he tenido en algunos momentos. También es cierto que apostar por esta causa, puede conllevar dedicar menos recursos a otras iniciativas o tener que desplegarlas de otros modos, diferentes a los previstos. A los que luchan en la retaguardia, les puede venir la tentación o el deseo de querer saber, de disponer de mucha más información sobre lo que se está librando en el campo de batalla, pero no siempre se puede ofrecer, porque se podría poner en peligro el éxito de las operaciones. Pero, al final, lo que yo he comprobado, es que si hay algo que nos puede unir en la lucha contra esta gente sin piedad ,es colocar en el centro de nuestras miradas a los verdaderos protagonistas que son las VÍCTIMAS, en este caso, miles de niños y adolescentes.

Os cuento que, a lo largo de estos meses, en varias ocasiones me pidieron que rezara por niños concretos que habían sido rescatados; algunos de ellos murieron poco después. Sólo puedo deciros que, misteriosamente, en momentos complicados que me ha tocado vivir por diversas circunstancias, vivir conectada a estos niños que han experimentado el horror y el sufrimiento en sus propias carnes, me ha salvado. Pensar en Marcela y la causa que ella ha iniciado me ha puesto en pie, me ha dado alas para seguir comprometida, día a día, en el servicio que la Congregación me ha confiado. Por eso, cuando a veces decimos que estamos colaborando en una causa de liberación, yo me pregunto si, en realidad, no son ellos los que nos están liberando y salvando a nosotras.

Antes de ayer fue el Día Internacional contra la Trata, pero también lo es hoy y lo será mañana y pasado y al otro… Algo me dice que estaremos luchando contra las fuerzas del mal hasta el final de los tiempos. Sin duda, esta lucha forma parte de nuestro ADN palautiano.

Sí me siento bendecida y con ganas de colaborar en esta lucha contra la Trata, apoyando, orando y, ¿por qué no?, también abriendo los ojos y agudizando el oído, porque quién sabe si más cerca de lo que pensamos puede haber alguien atrapado en estas redes de muerte.

Sólo me resta decir gracias, Marcela; gracias, hermana Mª José Gay y hermanas del Equipo General de Animación y Gobierno; gracias, hermanas Olga Olano y Mª Isabel Obregón; gracias a las hermanas del Gobierno Provincial y a todas las hermanas y laicos que se han querido sumar a esta causa, latiendo al unísono como un solo corazón. Pero, sobre todo, gracias a los NIÑOS Y ADOLESCENTES que han traído la salvación a nuestra casa.

Madrid, 1 de agosto de 2020

Hna. Mª del Rosario Pérez Payá

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María del Rosario Pérez Payá – carmelita misionera teresiana. Nació en Novelda en el seno de una familia de profundas raíces cristianas. Ingresó en la Congregación en Palencia (España), realizando allí su postulantado y noviciado. Buscadora de la verdad.

Atenta al gemido de los que sufren. Una profesional para servir en el mundo sanitario como enfermera (Escuela Universitaria de Enfermería San Juan de Dios-UPC, Madrid), y con la formación teológica (Instituto Superior de Ciencias Religiosas “Regina Mundi”, Roma).

Durante pocos años pudo servir como enfermera. Otros muchos, la provincia le encargó otros oficios: superiora provincial de la no existente ya Provincia San Alberto; consejera provincial; y durante varios trienios, secretaria provincial.

Servicios que conjugó con su participación en el equipo general de formación que dinamizó el proceso de renovación de las Constituciones y en la comisión general de redacción del nuevo texto constitucional de la Congregación. Asimismo, formó parte del equipo general de comunicaciones y evangelización.

Actualmente, al servicio de la Iglesia ”Dios y los prójimos” acompaña  la vida de la Provincia “Francisco Palau” de Europa como Animadora Provincial.