Breve recorrido por su historia
La hermana Ascensión nació en Botaya (Huesca) el 6 de mayo de 1932. Ingresó en la Congregación de las Madres Carmelitas Terciarias de Zaragoza el 12 de octubre de 1955 y profesó en 1958. Este Instituto fue agregado a nuestra Congregación el 16 de julio de 1971 y ese mismo año la hna. Ascensión fue destinada la Casa General de Roma. Allí permaneció hasta 1987, fecha en la que se incorporó a la comunidad de la Casa Provincial de Madrid, donde vivió 27 años. Finalmente fue traslada el pasado mes de septiembre a esta querida comunidad de Palencia.
En Zaragoza, Roma y Madrid, la hna. Ascensión se dedicó en cuerpo y alma a una misión importantísima: dar de comer al hambriento, con dedicación y mucha capacidad de sacrificio. Fue una excelente cocinera y seguro que experimentó, como Santa Teresa, que entre los pucheros anda el Señor; cuya Presencia llenó su vida.
Fue siempre una mujer trabajadora y abnegada, acogedora y de muy buen trato, conversadora y amiga de hacer favores, sencilla y alegre, siempre dispuesta a echar una mano en lo que hiciera falta. Su familia también pudo experimentar que se podía contar con ella en los momentos de dificultad, sobre todo cuando a sus hermanos también les visitó la enfermedad.
Hizo de su vida un servicio al Evangelio. Entrega total, en los momentos de gozo y también en el sufrimiento. Sin hacer ruido, en el surco de la tierra, como el labrador, sin buscar el éxito ni los aplausos. Entrega en el silencio y en el quehacer cotidiano, ese, que se hace para la gloria de Dios y sólo, para la gloria de Dios y el bien de los hermanos.
Desde hace unos años, la hna. Ascensión se encontraba muy limitada física y mentalmente. Tanto en la Casa Provincial como en esta comunidad de Palencia, las hermanas y el personal que le ha atendido, hemos sido testigos, de su silenciosa y serena manera de vivir esta larga prueba de la enfermedad.
La mañana del 30 de diciembre de 2014 a las 7,15h. de la mañana la hna. Araceli Pérez Pérez siempre iba a verla antes de bajar a la Capilla para rezar Laudes y la encontró dormida en los brazos de Dios, hacía poquitos minutos que había pasado de este mundo al Padre y tenía una bella sonrisa en su rostro.